Amor confiable

Hace años, tomé la dolorosa decisión de alejarme de una persona muy cercana a mí, después de intentar hablarle de un comportamiento profundamente hiriente y solo recibir rechazo y negación de su parte. Hoy, cuando supe que estaba en la ciudad, mi mente comenzó a revolver una y otra vez el pasado.
Mientras luchaba por calmar mis pensamientos, escuché una canción en la radio. La letra no solo expresaba la angustia de la traición sino también un anhelo profundo de cambio y curación en la persona que había causado el daño. Los ojos se me llenaron de lágrimas mientras me identificaba con la evocadora balada que ponía voz a mis anhelos más profundos.
«El amor sea sin fingimiento», escribió el apóstol Pablo en Romanos 12:9; un recordatorio de que no todo lo que dice ser amor es sincero. No obstante, el anhelo profundo de nuestro corazón es conocer el amor verdadero; ese amor que no es egoísta, manipulador ni controlador, sino compasivo, generoso y comprometido con el bienestar del otro (vv. 10-13).
Esto es el evangelio, la buena noticia. En Jesús, podemos por fin conocer y compartir un amor en el cual confiamos; que nunca nos lastimará (13:10). Vivir en su amor es ser libre. Monica La Rose - Pan Diario

Basta de orfandad


Dona un euro, haz clic en el botón amarillo. Dios te bendiga

Guy Bryant, soltero y sin hijos propios, trabajaba en el departamento de bienestar infantil en Nueva York. Todos los días enfrentaba la gran necesidad de conseguir padres de acogida y decidió hacer algo al respecto. Por más de diez años, albergó a más de 50 niños, cuidando una vez a nueve al mismo tiempo. «Cada vez que me daba vuelta, había un niño que necesitaba un lugar donde quedarse —explicó—. Si tienes el lugar en tu casa y en tu corazón, simplemente lo haces. Ni siquiera lo piensas». Bryant les ha mostrado el amor de un padre a muchos.
Las Escrituras nos dicen que Dios busca a todos los olvidados y desechados. Aunque algunos creyentes lleguen a sentirse destituidos y vulnerables en esta vida, Él promete estar con ellos. Dios es «Padre de huérfanos» (Salmo 68:5). Si estamos solos, sea por negligencia o alguna tragedia, Dios sigue estando presente, tendiéndonos la mano, acercándonos a Él y dándonos esperanza. Sin duda, «hace habitar en familia a los desamparados» (v. 6). En Jesús, los demás creyentes constituyen nuestra familia espiritual.
Cualesquiera que sean nuestras historias familiares, aislamiento, abandono o disfunción relacional, podemos saber que alguien nos ama. Con Dios, ya no somos más huérfanos. Winn Collier - Daily Bread

¿Cómo está?

Carla estaba muriendo y lo sabía. Mientras yacía en su cama en el hospital, su cirujano con un grupo de médicos residentes jóvenes entraron a la habitación. Durante unos minutos, el doctor, ignorando a Carla, describió al grupo su condición terminal. Finalmente, se dirigió a ella y preguntó: «¿Cómo está?». Carla sonrió y les habló con ternura sobre su esperanza y paz en Jesús.
Hace 2.000 años, el cuerpo de Jesús azotado y desnudo colgaba humillado de una cruz ante una multitud de espectadores. ¿Atacaría a sus torturadores? No. En cambio, dijo: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lucas 23:34). Aunque condenado y crucificado injustamente, oró por sus enemigos. Luego, le dijo a otro hombre humillado, un criminal, que por su fe, pronto estaría con Él «en el paraíso» (v. 43). En su dolor y vergüenza, por amor, prefirió compartir palabras de esperanza y vida.
Cuando Carla terminó de hablarles de Cristo a sus oyentes, miró tiernamente a los ojos llenos de lágrimas del doctor y le preguntó: «¿Y usted cómo está?». Por la gracia y el amor de Cristo, les había compartido palabras de vida a todos ellos. En cualquier situación que enfrentemos, confiemos en que Dios nos dará valor para hablar de Él. Tom Felten - Pan Diario

Plantado en Dios

«El viento agita las lilas»; así comienza el poema de Sara Teasdale titulado May [Mayo], donde describe una visión de los arbustos de lilas que se sacuden con las fuertes ráfagas. Pero se lamentaba de un amor perdido, y su poema pronto se volvió triste.
Las lilas en nuestro patio trasero también enfrentaron un desafío: el hacha de un jardinero diligente que «podó» todas las plantas hasta los troncos. Lloré. Entonces, tres años después de ver ramas estériles, un ataque de moho polvoriento y mi plan infiel de arrancarlas, nuestras sufrientes lilas rebrotaron. Solo necesitaban tiempo, y yo simplemente debía esperar lo que no podía ver.
La Biblia cuenta sobre muchas personas que esperaron por fe a pesar de la adversidad. Noé: la lluvia que no llegaba. Caleb: 40 años para vivir en la tierra prometida. Rebeca: 20 años para concebir un hijo. Jacob: 7 años para casarse con Raquel. Simeón: un largo tiempo para ver al bebé Jesús. Su paciencia fue recompensada.
Por el contrario, los que esperan en los humanos serán «como la retama en el desierto» (Jeremías 17:6). Teasdale concluyó su poesía diciendo: «Voy camino al invierno», pero Jeremías se regocijó afirmando: «Bendito el varón que confía en el Señor. […] será como el árbol plantado junto a las aguas» (vv. 7-8). Patricia Raybon - Pan Diario

Nuevo ADN en Jesús

A Cris le volvieron a analizar la sangre cuatro años después de un trasplante de médula ósea. La médula del donante no solo lo había sanado sino que había dejado una sorpresa: su ADN. En realidad, tiene sentido porque el objetivo del procedimiento era reemplazar su sangre debilitada con la sana de un donante. En algunos sentidos, Cris se había convertido en otra persona… aunque mantenía sus recuerdos, su apariencia y parte de su ADN original.
Esta experiencia se asemeja sorprendentemente a lo que sucede en la vida de una persona que recibe a Cristo como Salvador. Al poner nuestra fe en Él, nos convertimos en una nueva creación (2 Corintios 5:17). En su carta, Pablo alienta a los efesios a manifestar esa transformación interna: despojarse del viejo hombre y su forma de vivir, y «[vestirse] del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad» (Efesios 4:22, 24). Ser apartados para Cristo.
No necesitamos muestras de sangre ni análisis para mostrar el poder transformador de Jesús que vive en nuestro interior. Esa realidad debe evidenciarse en nuestra relación con el mundo que nos rodea, revelando que somos «benignos unos con otros, misericordiosos, [perdonándonos] unos a otros, como Dios también [nos] perdonó […] en Cristo» (v. 32). Kirsten Holmberg - Pan Diario