Entregarle a Dios mi trabajo

La revista para la que escribía me parecía «importante», así que me esforcé para presentar el mejor artículo posible al editor en jefe. Presionada por satisfacer sus estándares, reescribía una y otra vez mis pensamientos e ideas. Pero ¿cuál era mi problema? ¿El tema desafiante? ¿O mi verdadera preocupación personal: Me aprobaría el editor a mí y no solo mis palabras?
Como respuesta a nuestras preocupaciones laborales, Pablo nos da una instrucción confiable. En su carta a los creyentes de Colosas, insta a los creyentes a trabajar, pero no para que la gente los apruebe sino para Dios. Así lo expresó: «Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís» (Colosenses 3:23-24).
Al reflexionar en la sabiduría de Pablo, podemos dejar de luchar para caer bien a los ojos de nuestros jefes terrenales. Sin duda, los honramos como personas y procuramos darles lo mejor. Pero si trabajamos «como para el Señor» —pidiéndole que nos guíe y bendiga nuestro trabajo—, Él derramará su luz sobre nuestros esfuerzos. ¿La recompensa? Las presiones laborales se aliviarán y terminaremos nuestras tareas. Además, un día lo oiremos decir: «¡Bien hecho!». Patricia Raybon - Pan Diario

Huye del pecado

Dos veces durante este verano, sufrí el azote de la hiedra venenosa. En ambas ocasiones, estaba trabajando en nuestro patio, quitando plantas que no queríamos que crecieran. Y la dos veces, vi al despreciable enemigo de tres hojas acechando cerca. Supuse que podía acercarme sin que me afectara, pero al instante, me di cuenta de que estaba equivocado. En lugar de haberme acercado a mi pequeño archienemigo verde, ¡tendría que haber huido en dirección contraria!
En la historia de José, en el Antiguo Testamento, vemos un ejemplo del principio de huir de algo peor que la hiedra venenosa: el pecado. Cuando vivía en la casa del funcionario egipcio Potifar, cuya esposa trataba de seducirlo, José no trató de acercarse… huyó.
Aunque ella lo acusó falsamente e hizo que lo arrojaran en la cárcel, José permaneció puro todo el tiempo. Y como vemos en Génesis 39:21: «El Señor estaba con José».
Dios puede ayudarnos a huir de actividades o situaciones que podrían alejarnos de Él, guiándonos a correr en sentido contrario cuando el pecado está cerca. En 2 Timoteo 2:22, Pablo escribe: «Huye de las pasiones»; y en 1 Corintios 6:18, aconseja: «Huid de la fornicación».
Con el poder de Dios, podemos decidir huir de lo que podría dañarnos. Dave Branon - Pan Diario

Amigo de los amigos de Dios

Algo sumamente cordial puede suceder cuando dos personas se conocen y descubren que tienen un amigo en común. En lo que podría ser algo memorable, un anfitrión de gran corazón da la bienvenida a un huésped, diciendo: «Encantado de conocerlo. Cualquier amigo de Sam, o de Samanta, es amigo mío».
Jesús dijo algo similar. Había atraído a las multitudes al sanar a muchos, pero también había hecho enemigos entre los líderes religiosos al disentir con su forma de comercializar el templo y abusar de su influencia. En medio de un conflicto creciente, hizo algo para multiplicar el gozo, el costo y la maravilla de su presencia: capacitó a sus discípulos para poder sanar a otros y los envió a anunciar que el reino de Dios estaba cerca. Y les aseguró: «El que a vosotros recibe, a mí me recibe» (Mateo 10:40); y a su vez, recibe a su Padre que lo envió.
Es difícil imaginar una oferta de amistad más transformadora. A todo el que abriera su casa o aun diera un vaso de agua fría a uno de sus discípulos, Jesús le aseguraba un lugar en el corazón de Dios. Aunque esto sucedió hace mucho, sus palabras nos recuerdan que, en grandes o pequeños actos de bondad y hospitalidad, sigue habiendo maneras de recibir o ser recibido bien como amigo de los amigos de Dios. Mart DeHaan - Pan Diario

La provisión de Dios

Berni, de tres años, y su mamá iban a la iglesia todas las semanas para ayudar a descargar comestibles del camión del ministerio de comidas. Cuando el niño escuchó que su madre contaba que el camión se había averiado, dijo: «Uy, no. ¿Cómo repartirán la comida?». La madre le explicó que la iglesia tendría que juntar dinero para comprar un camión nuevo. Berni sonrió, y saliendo del cuarto, dijo: «Yo tengo dinero», y volvió con un recipiente de plástico lleno de monedas; poco más de 38 dólares. Aunque no tenía mucho, Dios combinó su ofrenda con las de otros para conseguir un nuevo camión frigorífico.
Una cantidad pequeña dada con generosidad siempre basta cuando se coloca en las manos de Dios. En 2 Reyes 4, una viuda pobre le pidió ayuda financiera al profeta Eliseo, quien le dijo que se fijara qué provisiones tenía, pidiera ayuda a sus vecinos y siguiera las instrucciones de él (vv. 1-4). Con una provisión milagrosa, Dios usó la pequeña cantidad de aceite de la viuda para llenar todas las tinajas que le habían dado sus vecinos (vv. 5-6). Eliseo le dijo: «vende el aceite, y paga a tus acreedores; y tú y tus hijos vivid de lo que quede» (v. 7). Cuando nos enfocamos en lo que no tenemos, corremos el riesgo de no ver a Dios haciendo grandes cosas con lo que sí tenemos. Xochitl Dixon - Pan Diario

Caminar con otros


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Billy, un perro amoroso y fiel, se convirtió en estrella de internet en 2020. Russel, su dueño, se había fracturado el tobillo y usaba muletas para caminar. Poco después, el perro empezó a renguear cuando caminaba con él. Preocupado, lo llevó al veterinario, ¡quien dijo que no tenía nada malo! Corría libremente cuando estaba solo. Resultó ser que simulaba una renguera cuando caminaba con Russel. ¡Esto sí que es tratar de identificarse de verdad con el dolor de alguien!
Estar al lado de otros es vital en las instrucciones de Pablo a la iglesia en Roma. Resumió de este modo los últimos cinco de los Diez Mandamientos: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Romanos 13:9). En el versículo 8, también vemos la importancia de caminar con otros: «No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros».
La escritora Jenny Albers aconseja: «Cuando alguien está roto, no trates de arreglarlo. (No puedes). Cuando alguien está dolido, no intentes quitarle el dolor. (No puedes). En cambio, muéstrale amor caminando junto a esa persona en su dolor. (Sí puedes). Porque, a veces, lo que las personas necesitan es simplemente saber que no están solas».
Sabemos lo que significa caminar con otros porque Jesús camina a nuestro lado en todo nuestro dolor y sufrimiento. Anne Cetas - Pan Diario