Visión del futuro

Los 300 alumnos de la escuela secundaria de la pequeña ciudad de Neodesha, Kansas, no podían creer que, una pareja vinculada a su ciudad, había decidido pagar becas universitarias para todo estudiante local durante los siguientes 25 años.
Neodesha había sido económicamente golpeada, y los donantes esperaban que la ayuda impactara inmediatamente en las familias, pero que también incentivara a otros a mudarse a esa ciudad. Su visión era que su generosidad impulsara nuevos trabajos y una renovada vitalidad; un futuro totalmente diferente para todos.
Dios deseaba que su pueblo no solo fuera generoso para suplir sus propias necesidades sino también previendo un nuevo futuro para sus vecinos en dificultades. Sus instrucciones fueron claras: «cuando tu hermano empobreciere y se acogiere a ti, tú lo ampararás» (Levítico 25:35). Además de suplir las necesidades físicas básicas, el propósito de la generosidad era considerar lo que requeriría la vida juntos en comunidad. El Señor dijo: «lo ampararás; […] vivirá contigo » (v. 35).
Las formas más profundas de dadivosidad reinventan un futuro distinto. La generosidad creativa e inmensa de Dios nos alienta, previendo aquel día en el que viviremos juntos en abundancia y plenitud. Winn Collier - Pan Diario

Aflicción y gratitud

Después de la muerte de mi madre, una de sus compañeras que también tenía cáncer se me acercó y dijo llorando: «Tu mamá era tan buena conmigo. Lamento que ella muriera… en vez de morir yo».
«Mi mamá te amaba —le dije—, y orábamos para que Dios te permitiera ver crecer a tus hijos». Tomando sus manos, lloré con ella y le pedí a Dios que la consolara. También le agradecí por su recuperación, que le permitió seguir amando a su esposo y sus dos hijos.
La Biblia revela la complejidad del dolor cuando Job perdió casi todo, incluidos sus hijos. Se lamentó y «se postró en tierra y adoró» (Job 1:20). Con un esperanzado acto de entrega y una expresión de gratitud, declaró: «El Señor dio, y el Señor quitó; sea el nombre del Señor bendito» (v. 21). Si bien luego lucharía enormemente con su tristeza y la reconstrucción de su vida a manos de Dios, en ese momento aceptó e incluso se regocijó en la autoridad del Señor sobre las situaciones buenas y malas. Dios entiende las diferentes maneras en que luchamos con nuestras emociones y las procesamos. Nos invita a ser sinceros y vulnerables en nuestro dolor. Aun cuando la tristeza parece insoportable e interminable, Él reafirma su inmutabilidad. Con esta promesa, nos consuela y nos capacita para dar gracias por su presencia. Xochitl Dixon - Pan Diario

El verdadero hogar del corazón

«Bobby, el perro maravilla» era un collie mestizo que se perdió mientras su familia estaba de vacaciones a más de 4.000 kilómetros de su casa. Buscaron a su amada mascota por todas partes, pero regresaron con el corazón roto.
Seis meses después, el desaliñado pero decidido Bobby se presentó en la puerta de la casa de sus dueños. De alguna manera, recorrió el largo y peligroso camino, cruzando ríos, desiertos y montañas nevadas para volver con aquellos que amaba.
Su hazaña inspiró libros, películas y un mural en su ciudad natal. Su devoción estremece, quizá porque Dios puso un anhelo aún más profundo en nuestro corazón. El teólogo Agustín lo describió así: «Nos has hecho tuyos, y nuestro corazón está inquieto hasta que repose en ti». Este mismo anhelo lo expresa David en oración mientras se escondía de sus perseguidores: «Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida» (Salmo 63:1).
David alabó a Dios porque «mejor es [su] misericordia que la vida» (v. 3). ¡Nada se compara con conocerlo! Por medio de Jesús, Dios ha abierto el camino para que volvamos a casa, a su amor perfecto… sin importar lo lejos que hayamos estado. Al acudir a Él, encontramos el verdadero hogar de nuestro corazón. James Banks - Pan Diario

La prueba del espejo

«¿Quién está en el espejo?», les preguntó a los niños la psicóloga que realizaba la prueba de autorreconocimiento. Por lo general, hasta el año y medio, los niños no se asocian con la imagen en el espejo. Pero a medida que crecen, entienden que se están mirando a sí mismos. El autorreconocimiento es una señal importante de crecimiento y maduración saludables.
El crecimiento también es importante para los creyentes en Cristo. Santiago bosqueja una prueba de reconocimiento similar. El espejo es «la palabra de verdad» de Dios (Santiago 1:18). Cuando leemos las Escrituras, ¿qué vemos? ¿Nos reconocemos cuando describen el amor y la humildad? ¿Vemos nuestras acciones cuando leemos lo que Dios nos manda hacer? Cuando miramos nuestro corazón y probamos nuestras acciones, las Escrituras pueden ayudarnos a reconocer si estamos acordes a lo que Dios desea para nosotros o si tenemos que arrepentirnos y cambiar algo. Santiago nos advierte de no leer simplemente la Palabra de Dios e irnos, «engañándoos a [nosotros] mismos» (v. 22), olvidando lo que absorbimos. La Biblia nos da el mapa para vivir sabiamente, según los planes de Dios. A medida que la leamos, meditemos en ella y la digiramos, podemos pedirle a Dios que nos dé ojos para ver dentro de nuestro corazón y fortaleza para cambiar. Katara Patton - Pan Diario

Gracia mansa de Dios

«Di toda la verdad, pero dila sesgadamente», escribió la poeta Emily Dickinson, sugiriendo que, como la verdad y la gloria de Dios son algo «demasiado brillante» para que los seres humanos vulnerables las entiendan o las reciban por completo de una vez, es mejor que compartamos la gracia y la verdad divinas de formas «sesgadas»; es decir, mansas, indirectas. Porque «la Verdad debe resplandecer gradualmente / o todo hombre será ciego».
El apóstol Pablo presentó un argumento similar en Efesios 4, cuando instó a los creyentes a comportarse «con toda humildad y mansedumbre» y «[soportarse] con paciencia los unos a los otros en amor» (v. 2). El fundamento para la mansedumbre y la gracia entre los creyentes es la forma bondadosa con la que Cristo nos trata. En su encarnación (vv. 9-10), Jesús se reveló con la mansedumbre y docilidad que las personas necesitaban para confiar en Él y recibirlo.
Y todavía continúa revelándose así, al capacitar a sus hijos del modo que lo necesitan para seguir creciendo y madurando; «para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto» (vv. 12-13). A medida que crecemos, menos buscamos esperanza en otras cosas (v. 14) y más seguimos el ejemplo de Jesús (vv. 15-16). Monica La Rose - Pan Diario