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Al darse cuenta de que los «arbustos» atrofiados eran en realidad árboles inactivos, Rinaudo empezó a podarlos y regarlos. Su obra inspiró a cientos de miles de agricultores a salvar sus granjas en quiebra, restaurando bosques cercanos al revertir la erosión del suelo. Los agricultores en Níger, por ejemplo, han duplicado sus cosechas y sus ganancias.
En Juan 15, Jesús se refirió a métodos similares de agricultura, al declarar: «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto» (vv. 1-2).
Sin el cuidado diario de Dios, nuestras almas se vuelven estériles y secas. Sin embargo, cuando nos deleitamos en su ley, al meditar en ella de día y de noche, somos «como árbol plantado junto a corrientes de aguas» (Salmo 1:3). Nuestras hojas «no [caen]», y «todo lo que [hacemos], prosperará» (v. 3). Podados y plantados en Él, somos perennes… revivimos y prosperamos. Patricia - Pan Diario
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