«YO SOY»

Jack, un profesor de filosofía y literatura, tenía una mente brillante. Se había declarado ateo a los quince años, y de adulto, defendía rotundamente su «fe atea». Sus amigos cristianos trataban de persuadirlo. Jack comentó: «Todos y todo se unieron del lado opuesto». Pero tuvo que admitir que la Biblia era diferente a toda otra literatura y mitos. Escribió sobre el evangelio: «Si un mito tuviera alguna vez que volverse cierto, encarnado, sería este».
Éxodo 3 fue el pasaje de la Biblia que más lo impactó. Cuando Dios llamó a Moisés para sacar a los israelitas de Egipto, este preguntó: «¿Quién soy yo para que vaya a Faraón?» (v. 11). Y Dios respondió: «yo soy el que soy» (v. 14). Este pasaje refleja la presencia eterna de Dios desde el principio. Es interesante que, después, Jesús hiciera eco de lo mismo cuando declaró: «Antes que Abraham fuese, yo soy» (Juan 8:58).
A Jack, más conocido como C. S. Lewis, este pasaje lo convenció profundamente. Era todo lo que el único Dios verdadero necesitaba decir; simplemente, que Él es el «yo soy». En un momento transformador, Lewis «se rindió y admitió que Dios era Dios», y tiempo después, aceptó a Jesús. Quizá luchemos con la incredulidad o con una fe tibia. Preguntémonos si Dios es realmente el «yo soy» en nuestra vida. Kenneth Petersen - Pan Diario

Liderazgo enfocado en el reino

Cuando me uní a un grupo de autores cristianos de libros para niños, que oraban unos por otros y se ayudaban para promocionar los materiales, algunos dijeron que éramos «tontos por trabajar con competidores». Pero nuestro grupo estaba dedicado a un liderazgo enfocado en la obra de Dios; y en la comunión, no la competencia. Compartíamos la misma meta: difundir el evangelio. Servíamos al mismo Rey: Jesús. Juntos, estamos alcanzando a más personas con nuestro testimonio de Cristo.
Cuando Dios le pidió a Moisés que escogiera a 70 ancianos con experiencia en liderar, dijo: «tomaré del espíritu que está en ti, y pondré en ellos; y llevarán contigo la carga del pueblo, y no la llevarás tú solo» (Números 11:16-17). Más tarde, Josué vio que dos de los ancianos profetizaban, y le dijo a Moisés que los detuviera. Moisés respondió: «¿Tienes tú celos por mí? Ojalá todo el pueblo del Señor fuese profeta, y que el Señor pusiera su espíritu sobre ellos» (v. 29). Cada vez que nos enfocamos en la competencia o las comparaciones que nos impiden trabajar con otros, el Espíritu Santo puede darnos poder para resistir esa tentación. Cuando le pedimos a Dios que nos ayude a liderar enfocados en su reino, Él extiende el evangelio en el mundo y aliviana nuestra carga al servir juntos. Xochitl Dixon - Pan Diario

Comparte tu fe

En 1701, la Iglesia Anglicana fundó la Sociedad para la Propagación del Evangelio, a fin de enviar misioneros a todo el mundo. El lema que escogieron fue transiens adiuva nos, una frase en latín que significa: «¡Pasen y ayúdennos!». Este ha sido el llamamiento a los embajadores del evangelio desde el primer siglo, cuando los seguidores de Jesús llevan el mensaje del amor y el perdón de Dios a un mundo que lo necesita desesperadamente.
La frase «pasen y ayúdennos» viene del «llamamiento macedonio» en Hechos 16. Pablo y su equipo habían llegado a Troas, en la costa oeste de Asia Menor (actual Turquía, v. 8). Allí, Pablo tuvo «una visión de noche: un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos» (v. 9). Al recibirla, él y sus colaboradores «en seguida [procuraron] partir para Macedonia» (v. 10). Entendieron la importancia vital del llamamiento. No todos son llamados a cruzar océanos, pero sí podemos sustentar con nuestras oraciones y dinero a los que lo hacen. Y todos podemos contarle a alguien —en casa, la calle o la ciudad— la buena noticia de Jesús. Oremos para que Dios nos permita pasar y darle a la gente la mayor ayuda: la salvación en el nombre de Jesús. Bill Crowder - Pan Diario

Legado eterno

Cuando las tormentas de arena Dust Bowl azotaron los Estados Unidos durante la Gran Depresión, John M. David, un residente de Hiawatha, Kansas, decidió hacerse famoso. Millonario y sin hijos, podría haber invertido en obras de caridad o desarrollo económico, pero prefirió gastar una gran cantidad de dinero en construir once estatuas de tamaño real de él y su fallecida esposa en el cementerio local. 
«En Kansas me odian», le dijo a un periodista. Los habitantes de la ciudad querían que financiara la construcción de instalaciones públicas como un hospital, una piscina o un parque. Sin embargo, lo único que dijo fue: «Es mi dinero y lo gasto como quiero».
El rey Salomón, el hombre más rico de su época, escribió: «El que ama el dinero, no se saciará de dinero» y «cuando aumentan los bienes, también aumentan los que los consumen» (Eclesiastés 5:10-11). Era consciente de las tendencias corruptivas de las riquezas. Pablo también entendía eso y decidió invertir su vida en obedecer a Jesús. Desde una cárcel romana, esperando ser ejecutado, escribió: «ya estoy para ser sacrificado, […] he acabado la carrera, he guardado la fe» (2 Timoteo 4:6-7). Lo que realmente perdura es lo que damos por amor unos a otros y al Señor, quien nos muestra cómo amar. Tim Gustafson - Pan Diario

Dios solo puede satisfacer

A un hombre le entregaron en su casa comida por mil dólares, pero no estaba por tener una fiesta. En realidad, él no había hecho ese pedido, sino su hijo de seis años. ¿Cómo fue? El padre lo había dejado jugar con su teléfono y el niño lo usó para pedir platos caros de varios restaurantes. «¿Por qué hiciste eso?», le preguntó el padre, mientras el niño se escondía bajo el cobertor. El niño respondió: «Tenía hambre». Su apetito e inmadurez lo llevaron a un costoso resultado.
El apetito de Esaú le costó mucho más que mil dólares. La historia en Génesis 25 lo describe exhausto y desesperado por comida. Le dijo a su hermano: «Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado» (v. 30). Jacob respondió pidiéndole su primogenitura (v. 31), la cual incluía su lugar especial como hijo mayor, la bendición de las promesas de Dios, una doble porción de la herencia y el privilegio de ser el líder espiritual de la familia. Cediendo ante su apetito, Esaú «comió y bebió» y «menospreció […] la primogenitura» (v. 34).
Cuando deseamos algo y somos tentados, en lugar de permitir que nuestros apetitos nos lleven a errores y pecados costosos, acudamos a nuestro Padre celestial, el único que «llena de bien» al alma hambrienta (Salmo 107:9). Marvin Williams - Pan Diario