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Se cree que David compuso el Salmo 32 después de su pecado sexual. Para colmo de males, diseñó una estrategia siniestra que resultó en asesinato (ver 2 Samuel 11–12). El Salmo 32:3-4 describe las luchas profundas que experimentó David antes de reconocer lo terrible de sus obras; los efectos implacables del pecado sin confesar eran innegables. ¿Qué le trajo alivio? Todo empezó al confesar lo hecho a Dios y aceptar su perdón (v. 5). Qué lugar excelente para empezar —la misericordia de Dios— cuando decimos o hacemos algo que hiere a otros o a nosotros. La culpa por nuestro pecado no tiene por qué ser permanente. Hay Alguien que nos recibe con brazos abiertos cuando reconocemos nuestros errores y buscamos su perdón. Podemos unirnos al coro de los que cantan: «Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado» (v. 1). Arthur - Pan Diario
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