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Cuando Gabriel llegó a la «carrera», se sorprendió al ver a sus oponentes, que habían ido a llevarle los zapatos adecuados y a correr junto a él, para garantizar que mantuviera el paso necesario para clasificar. Los rivales de Gabriel no tenían ninguna obligación de ayudarlo. Podrían haber cedido al deseo natural de cuidar sus propios intereses (Gálatas 5:13); sin duda, eso habría mejorado su posibilidad de ganar. Pero Pablo nos insta a exhibir el fruto del Espíritu en nuestras vidas; a servirnos «por amor los unos a los otros», y a demostrar «benignidad» y «bondad» (vv. 13, 22). Cuando buscamos la ayuda del Espíritu para no reaccionar según nuestros instintos naturales, podemos amar mejor a los que nos rodean. Kirsten - Pan Diario
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