Lucha en oración

La vida de Daniel cambió después de que alguien le regalara un Nuevo Testamento. Su lectura lo cautivó, y lo llevaba siempre consigo. A los dos meses, le ocurrieron dos sucesos transformadores: puso su fe en Jesús como Salvador y le diagnosticaron un tumor cerebral. El dolor insoportable por ese tumor lo confinó a una cama, lo que le impidió trabajar. Una noche, dolorido y desvelado, clamó a Dios, hasta que finalmente se durmió cerca del amanecer.
El dolor corporal puede llevarnos a clamar a Dios, pero otras circunstancias dramáticas también pueden hacerlo. Hace siglos, un Jacob desesperado se enfrentó con Dios (Génesis 32:24-32). Pensó que era una consecuencia de haber engañado a su hermano Esaú (cap. 27), pero al buscar la ayuda del Señor en esa dificultad, se encontró con Él cara a cara (32:30) y emergió como un hombre transformado. Lo mismo le sucedió a Daniel. Después de clamar a Dios en oración, pudo dejar su cama y levantarse, e incluso desaparecieron los signos del tumor. Aunque el Señor no siempre escoge sanarnos milagrosamente, confiamos en que siempre escucha nuestras oraciones y nos dará lo que necesitemos en cada situación. En nuestra desesperación, ¡oramos a él y dejamos los resultados en sus manos! Arthur - Pan Diario

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