Alza tus ojos

Las nubes bajas bloqueaban el horizonte y limitaban la visibilidad a unos pocos cientos de metros. El efecto sobre mi humor se veía. Pero al rato, las nubes comenzaron a abrirse y allí lo vi: el hermoso Pikes Peak, el emblema de la ciudad, flanqueado por dos cadenas de montañas. Una sonrisa me cambió la cara. Pensé que aun nuestra perspectiva física puede afectar nuestra visión espiritual, y recordé la canción del salmista: «Alzaré mis ojos a los montes» (Salmo 121:1). A veces, ¡lo único que necesitamos es levantar un poco más la mirada!
El salmista se preguntaba de dónde vendría su socorro; tal vez porque los montes en Israel estaban marcados con altares a dioses paganos y solían contener ladrones. O pudo haber sido porque más allá del monte Sion se encontraba el templo, y recordaba que el Hacedor del cielo y de la tierra era su Dios (v. 2). Sea como sea, para adorar, debemos mirar hacia arriba. Elevar nuestros ojos por encima de las circunstancias, los problemas y pruebas, y las promesas falsas de los dioses falsos de nuestra era. Así, podremos ver al Creador y Redentor, Aquel que nos llama por nombre. El Señor es quien «guardará tu salida y tu entrada» hoy y siempre (v. 8). Glenn - Pan Diario

Desentiérralo

Cuando el hermano y la cuñada de Rebeca empezaron a tener problemas matrimoniales, ella oró fervientemente para que se reconciliaran. Pero se divorciaron. Tiempo después, la cuñada se llevó lejos a los hijos, y ella nunca volvió a ver a los sobrinos que tanto amaba. Años más tarde, dijo: «Al tratar de manejar sola mi tristeza, dejé que una raíz de amargura comenzara en mi corazón, y empecé a transmitirla a mi familia y amigos».
El libro de Rut nos habla de Noemí, una mujer que luchó con un corazón entristecido que le generó amargura. Su esposo y sus hijos habían muerto en una tierra extraña, y quedó desamparada, en compañía de sus nueras, Rut y Orfa (1:3-5). Cuando Noemí regresó a su tierra con Rut, todos se emocionaron al verla, pero ella les dijo: «en grande amargura me ha puesto el Todopoderoso. […] el Todopoderoso me ha afligido» (vv. 20-21). Incluso, les pidió que la llamaran «Mara», que significa amarga. ¿Quién no se ha sentido tentado a amargarse? Alguien dice algo hiriente, una expectativa no se cumple o las exigencias de otros nos resienten… Cuando reconocemos personalmente y ante Dios lo que sucede en lo profundo de nuestro corazón, nuestro tierno Jardinero nos ayuda a desenterrar las raíces de amargura y pone en su lugar un espíritu dulce y alegre. Anne - Pan Diario

Dios de lo invisible


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«A veces, siento como si fuera invisible. Pero deseo tanto que Dios me utilice». Ana limpiaba el gimnasio del hotel, cuando empezamos a conversar. Allí descubrí que tenía una historia asombrosa.
«Solía ser una adicta al crack y prostituta que vivía en las calles —dijo—, pero sabía que Dios quería que caminara con Él. Un día, hace años, me arrodillé a los pies de Jesús, y Él me liberó».
Le agradecí por contarme lo que Dios había hecho y le aseguré que ella no era invisible; la había utilizado maravillosamente en nuestra conversación para recordarme a mí de su poder para transformar vidas. A Dios le encanta utilizar personas que los demás podrían pasar por alto. El apóstol Andrés no es tan conocido como su hermano Pedro, pero la Biblia relata que «halló primero a su hermano Simón [Pedro], y le dijo: Hemos hallado al Mesías […]. Y le trajo a Jesús» (Juan 1:41-42).
Pedro conoció a Jesús a través de Andrés. Cuando este, que era uno de los discípulos de Juan el Bautista, supo de Jesús por medio de Juan, lo siguió y creyó en Él… e inmediatamente, le contó a su hermano. La fidelidad silenciosa de Andrés tuvo un impacto que sacudiría al mundo. Dios valora más el servicio fiel que la fama, y puede utilizarnos poderosamente dondequiera que estemos… aunque nadie nos vea. James - Pan Diario

El sonido de las trompetas

El «toque de silencio» es un llamado de trompeta que se ejecuta al final del día y en los funerales, en el ejército de los Estados Unidos. Quedé asombrada cuando leí la letra no oficial y descubrí que muchas de las estrofas terminan con «Dios está cerca». Ya sea antes de la oscuridad de la noche o al lamentar la pérdida de un ser querido, ofrece a los soldados la maravillosa certeza de que Dios está cerca.
En el Antiguo Testamento, las trompetas también les recordaban a los israelitas que Dios estaba cerca. Durante la celebración de festividades que formaban parte del pacto acordado entre Dios e Israel, los judíos debían tocar las trompetas (Números 10:10). De este modo, no solo les recordaba que Dios estaba presente, sino también disponible cuando más lo necesitaran; y que Él anhelaba ayudarlos.
Aún hoy, necesitamos recordatorios de que Dios está cerca. Y en nuestro propio estilo de adoración, podemos invocar al Señor en oración y alabanza. Quizá podamos considerar que nuestras oraciones son trompetas que claman a Dios por ayuda. Y lo más maravilloso y alentador es que Dios siempre escucha (1 Pedro 3:12), está presente, y nos fortalece y consuela en las dificultades y angustias de la vida. Lisa - Pan Diario

Profundidades del amor

Dylan McCoy, de tres años de edad, acababa de aprender a nadar cuando cayó a través de una chapa deteriorada que tapaba un pozo de 12 metros de profundidad en el patio de su abuelo. Dylan se las arregló para mantenerse a flote hasta que su padre bajó a rescatarlo. Los bomberos llevaron sogas para sacar al niño, pero el padre estaba tan desesperado por su hijo que ya había bajado por las piedras resbaladizas, para asegurarse de que estuviera bien.
¡Ah, el amor de un padre! ¡Las distancias (y profundidades) que recorreríamos para buscar a nuestros hijos! Cuando el apóstol Juan les escribe a los creyentes de la iglesia primitiva que estaban luchando para encontrar un fundamento para su fe, lanza estas palabras como un chaleco salvavidas: «Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios» (1 Juan 3:1). Nombrar «hijos» de Dios a los creyentes en Cristo era una fórmula legal y personal que validaba a todos los que confiaban en Él.
Hay cosas que un padre hará por sus hijos solamente, como hizo el padre de Dylan para rescatar a su hijo. Se asemeja al acto supremo de nuestro Padre celestial, quien envió a su único Hijo para restaurar nuestra comunión con Él y estar cerca de su corazón (vv. 5-6). Elisa - Pan Diario