Pez pequeño

Con los años, una pareja que vive en África Occidental desarrolló una profunda amistad con un hombre de su ciudad, y muchas veces le hablaron del amor de Jesús y la historia de la salvación. Sin embargo, él se resistía a renunciar a toda una vida de lealtad a otra religión, aunque había reconocido que la fe en Cristo era «la mayor verdad». Su interés era en parte financiero, ya que era líder en su fe y dependía de la compensación que recibía. También temía perder su reputación en la comunidad. 
Con tristeza, explicó: «Soy como un hombre que pesca con las manos. En una, atrapé un pez pequeño, mientras que otro más grande pasa nadando. Para pescar el más grande, ¡tengo que soltar el más pequeño!».
El joven rico del que se habla en Mateo 19, tenía un problema similar. Cuando se acercó a Jesús, preguntó: «¿qué bien haré para tener la vida eterna?» (v. 16). Parecía sincero, pero no quería entregar completamente su vida a Jesús. No solo tenía mucho dinero, sino también el orgullo de cumplir con la ley. Aunque deseaba la vida eterna, amaba más otra cosa y rechazó las palabras del Señor. Cuando aceptamos el regalo de la salvación y entregamos humildemente nuestra vida a Cristo, Él nos invita: «ven y sígueme» (v. 21). Cindy - Pan Diario

Las huellas de Dios

«Yo sé dónde vive Dios», le dijo nuestro nieto de cuatro años a mi esposa Cari. «¿Dónde?», preguntó ella, con curiosidad. «En el bosque al lado de tu casa», contestó él. 
Cuando Cari me contó de la conversación, se preguntó qué lo habría hecho pensar así. «Yo sé —le respondí—. Cuando fuimos a pasear por el bosque la última vez que nos visitó, le dije que aunque no podemos ver a Dios, sí podemos ver lo que ha hecho». Le había dicho mientras caminábamos por la arena junto a un río: «¿Ves las huellas que estoy dejando? Los animales, los árboles y el río son como las huellas de Dios. Sabemos que estuvo aquí porque podemos ver lo que hizo».
El escritor del Salmo 104 también señalaba evidencias de Dios en la creación, al exclamar: «¡Cuán innumerables son tus obras, oh Señor! Hiciste todas ellas con sabiduría; la tierra está llena de tus beneficios» (v. 14). La palabra hebrea traducida aquí «sabiduría» se refiere a un talento artesanal. Las obras de Dios en la naturaleza proclaman su presencia y nos impulsan a alabarlo. El salmo comienza y termina diciendo: «Bendice, alma mía, al Señor» (vv. 1, 35). Desde la mano de un bebé hasta el ojo de un águila, el talento artístico de nuestro Creador en todo lo que nos rodea habla de su suprema maestría. ¡Alabémoslo! James - Pan Diario

Fe inquebrantable

Cuando los médicos diagnosticaron que su primer hijo era autista, Diane y su esposo lamentaron tener que enfrentar toda una vida cuidando a un niño intelectualmente minusválido. En su libro Unbroken Faith [Fe inquebrantable], ella admite haber tenido que luchar con reajustar sus sueños y expectativas por el futuro de su querido hijo, pero que así aprendió que Dios puede manejar su enojo, dudas y temores. Ahora, con su hijo ya adulto, Diane usa sus experiencias para alentar a padres con hijos con necesidades especiales, hablándoles de las promesas inquebrantables de Dios, su poder ilimitado y su amor fiel, y asegurándoles que Él comprende que uno se entristezca ante tales desafíos en la vida.
En Isaías 26, el profeta declara que el pueblo de Dios puede confiar en Él siempre: «porque en […] el Señor está la fortaleza de los siglos» (v. 4), y puede sostenernos con paz sobrenatural en toda situación (v. 12). Enfocarnos en su carácter inmutable y clamar a Él durante las dificultades revitaliza la esperanza (v. 15). Cuando enfrentamos pérdidas, decepciones o problemas, Dios nos invita a ser sinceros con Él, ya que tiene poder para manejar nuestras emociones cambiantes y cuestionamientos. Aun cuando sentimos que nuestra vida se desmorona, Dios puede darnos una fe inquebrantable. Dixon - Pan Diario

Un legado de aceptación

En su libro Breaking Down Walls [Derribando barreras], Glen Kehrein relata lo que vio desde la universidad donde estudiaba en Chicago, después del asesinato del defensor de derechos humanos, Dr. Martin Luther King Jr., en 1968: «Los disparos se entrecruzaban de forma escalofriante entre los edificios, y […] mi ubicación en el techo ofrecía una vista cercana aunque horrorosa […]. ¿Cómo podía ser que yo llegara de un trigal en Wisconsin a un campo de batalla en el centro de Chicago en menos de dos años?». Impulsado por su amor a Cristo y a personas con trasfondos diferentes al suyo, Glen vivió en la zona oeste de Chicago y encabezó un ministerio que suministraba comida, ropa, refugio y otros servicios, hasta su muerte en 2011.
Su vida refleja los esfuerzos de creyentes en Cristo que se han sentido impulsados a alcanzar a los que son diferentes a ellos. La enseñanza y el ejemplo de Pablo ayudó a los creyentes de Roma a ver que el plan de Dios para rescatar a la humanidad descarriada incluía a judíos y gentiles (Romanos 15:8-12). Somos llamados a seguir el ejemplo de Cristo en aceptar a los demás (v. 7); el prejuicio y la discordia no deben existir en los llamados a glorificar a Dios «unánimes, a una voz» (v. 6). Esforcémonos para dejar un legado de aceptación. Arthur - Pan Diario

El «no tan maravilloso» mago de Oz

En El maravilloso mago de Oz, Dorothy, Espantapájaros, Hombre de hojalata y León cobarde vuelven a Oz con la escoba que empoderó a la Bruja mala del oeste. A cambio de la escoba, el mago había prometido darles sus cuatro deseos más profundos: un viaje a casa para Dorothy, un cerebro para Espantapájaros, un corazón para Hombre de hojalata y valentía para el León cobarde. Pero el mago lo posterga y les dice que vuelvan al día siguiente. 
Mientras le ruegan al mago, el perro de Dorothy, Totó, corre la cortina detrás de la cual habla el mago, y descubren que no era ningún mago, sino apenas un hombre temeroso y perturbado de Nebraska. Se dice que el autor, L. Frank Baum, tenía problemas graves con Dios, y que por eso quería enviar el mensaje de que solo nosotros tenemos el poder para resolver nuestros problemas.
Por el contrario, el apóstol Juan corre la cortina para revelar detrás del «velo» al verdadero Maravilloso. Juan no encuentra palabras (notar el uso repetido de como y semejante), pero deja claro que Dios está sentado en el trono, rodeado de un mar de vidrio (Apocalipsis 4:2, 6). A pesar de los problemas que nos agobien aquí (caps. 2–3), Dios no es indiferente, sino que obra para nuestro beneficio y para que experimentemos su paz. David Roper - Pan Diario