La lección del hula hoop

Uno de mis juegos favoritos de la niñez está volviendo: el hula hoop o hula hula. Mi amiga Suzi y yo pasábamos horas en el patio del frente de mi casa perfeccionando nuestra técnica y compitiendo para ver quién podía mantener el aro dando vueltas más tiempo. Este año, reviví esa parte de mi niñez: mientras estaba sentada en un parque, observaba a niños de todas las edades y tamaños que hacían todo lo posible para impedir que el aro se cayera al suelo. Se retorcían y giraban con todas sus fuerzas, pero, a pesar de su esfuerzo, no podían mantenerlo. Entonces, una joven lo levantó y, casi sin moverse, lo hizo girar de manera rítmica y delicada desde la cintura hasta los hombros, y lo volvió a bajar. Su éxito dependía de la estrategia para el movimiento y no de la fuerza. En nuestra vida espiritual, podemos gastar toda clase de energía para tratar de estar a la altura de los demás en el servicio para Dios, pero trabajar hasta agotarnos no es ninguna virtud (Gálatas 6:9). Antes de alimentar a miles de personas con solo cinco panes y dos peces (Marcos 6:38-44), Jesús llevó a sus discípulos a descansar en un lugar alejado, lo cual demuestra que Él no necesita que nos esforcemos al máximo para llevar a cabo su obra. Hoy quiere enseñarnos a nosotros esta misma verdad: la obediencia tranquila logra más que la actividad desenfrenada. Julie - Pan Diario

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