Jesús: el verdadero pacificador

El 30 de diciembre de 1862 se desató la Guerra Civil Estadounidense. Las tropas de la Unión y de los Confederados acamparon a unos 650 metros de distancia a ambos lados del río Stones, en Tennessee. Mientras se calentaban junto a fogatas, los soldados de la Unión tomaron sus flautas y armónicas, y comenzaron a tocar Yankee Doodle. En respuesta, los Confederados tocaron Dixie. Lo maravilloso fue que todos se unieron para un final, tocando juntos Home, Sweet Home. Sin embargo, la tregua melódica duró poco. Por la mañana, dejaron sus instrumentos y tomaron sus armas, y 24.645 soldados murieron.
Nuestros esfuerzos humanos por traer paz fracasan inevitablemente. Las hostilidades cesan en un lugar, solo para encenderse en otro. Las Escrituras nos dicen que Dios es el único pacificador confiable. Jesús dijo claramente: «en mí [tienen] paz» (Juan 16:33). Tenemos paz en Jesús. Si bien participamos en su misión de paz, es la reconciliación divina la que hace posible la paz real. Cristo nos dice que no podemos evitar los conflictos —«En el mundo tendréis aflicción»—, pero que confiemos porque Él «[ha] vencido al mundo» (v. 33). Aunque nuestros esfuerzos suelen ser inútiles, nuestro Dios amoroso (v. 27) trae paz a este mundo dividido. Winn Collier - Pan Diario

Amargura de dulces robados

En Alemania, unos ladrones robaron un camión refrigerante con más de 20 toneladas de chocolate. El valor estimado de la dulzura robada era de 80.000 dólares. La policía local pidió a quienes se les ofrecieran grandes cantidades de chocolate por canales inusuales que lo reportaran de inmediato. ¡Sin duda, los que robaron esa enorme cantidad de dulces enfrentarán consecuencias amargas si son capturados y sentenciados!
Proverbios confirma este principio: «Sabroso es al hombre el pan de mentira; pero después su boca será llena de cascajo» (20:17). Al principio, lo que adquirimos de forma engañosa o errónea puede parecer dulce; con sabor a emoción y alegría temporarias. Pero al final, el sabor se va y el engaño nos deja insatisfechos y en problemas. Las consecuencias amargas de la culpa, el temor y el pecado pueden terminar arruinando nuestra vida y reputación. «Aun el muchacho es conocido por sus hechos, si su conducta fuere limpia y recta» (v. 11). Que nuestras palabras y acciones revelen un corazón puro para Dios; no la amargura de deseos egoístas.
Pidamos a Dios que nos fortalezca y ayude a permanecer fieles a Él, para que podamos ver más allá de la «dulzura» a corto plazo de ceder a la tentación, y que nos guíe a considerar las consecuencias a largo plazo de nuestras decisiones. Marvin Williams - Pan Diario

Asuntos de familia

Mi hermana, mi hermano y yo fuimos desde diferentes estados al funeral de nuestro tío y paramos para ver a nuestra abuela de 90 años. Un ataque cerebral la había dejado paralizada, había perdido el habla y solo podía usar su mano derecha. Mientras estábamos junto a su cama, extendió esa mano y tomó la de cada uno de nosotros, colocándolas sobre su corazón y dándoles una palmadita. Con ese gesto sin palabras, mi abuela habló a lo que había sido, de alguna manera, una relación de hermanos rota y distante. «Asuntos de familia».
En la familia de Dios, la iglesia, también podemos separarnos; permitir que la amargura nos aleje unos de otros. El escritor de Hebreos hace referencia a la amargura que separó a Esaú de su hermano (Hebreos 12:16), y nos desafía, como hermanos, a aferrarnos los unos a los otros en la familia de Dios: «Procuren vivir en paz con todos» (v. 14 rvc). Aquí, la palabra «procuren» da la idea de una inversión decidida e intencional en tener paz entre los hijos de Dios. Luego, ese mismo esfuerzo se aplica a cada uno personalmente. Cada. Uno. Asuntos de familia. Tanto nuestras familias terrenales como la familia de Dios. Que todos procuremos aferrarnos unos a otros. Elisa Morgan - Pan Diario

El tierno amor de Dios

Un video de 2017 de un papá consolando a su hijo de dos meses, mientras el bebé recibía las vacunas habituales, llamó la atención en todo el mundo por la forma en que captaba el amor del padre por su pequeño. Cuando la enfermera terminó, el papá lo puso tiernamente contra su mejilla y el bebé dejó de llorar enseguida. Casi no hay nada tan tranquilizador como el tierno cuidado de padres amorosos.
En las Escrituras, hay muchas descripciones hermosas de Dios como un padre amoroso, las cuales evocan su profundo amor por sus hijos. A Oseas, el profeta del Antiguo Testamento, se le dio un mensaje para entregar a los israelitas que vivían en el reino del norte cuando el reino estaba dividido. Los llamó a recomponer su relación con Dios. Les recordó su amor por ellos, al describirlo como un Padre tierno: «Cuando Israel era muchacho, yo lo amé» (Oseas 11:1), y «fui para ellos como los que ponen un bebé contra sus mejillas» (v. 4 RVA-2015). Esta misma promesa reafirmadora sobre el cuidado amoroso de Dios se aplica también a nosotros. Ya sea que busquemos su tierno cuidado después de haber rechazado su amor por un tiempo, o por causa del dolor y el sufrimiento en nuestra vida, Él nos llama sus hijos (1 Juan 3:1). Sus brazos consoladores están abiertos para recibirnos (2 Corintios 1:3-4). Lisa Samra - Pan Diario

Las decisiones importan

La agenda del pastor Damián incluía visitar en distintos hospitales a dos personas cercanas a la muerte que habían elegido diferentes formas de vivir. En uno, estaba una mujer amada por su familia. Muchos la apreciaban por su generoso servicio público. Otros creyentes en Jesús se habían reunido a su alrededor, y las oraciones y la esperanza llenaban la habitación. En el otro, el pariente de un miembro de la iglesia de Damián también estaba muriendo. Su corazón duro lo había llevado a una vida difícil, y su desordenada familia sufría por las malas decisiones de él. Las diferencias de atmósfera reflejaban el contraste entre sus vidas.
Los que no consideran hacia dónde van en la vida suelen terminar atrapados en lugares incómodos, indeseables y solitarios. Proverbios 14:12 señala que «hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte». Jóvenes o viejos, enfermos o sanos, ricos o pobres; no es demasiado tarde para reexaminar nuestro camino. ¿Adónde lleva? ¿Honra a Dios? ¿Ayuda o perjudica a los demás? ¿Es el mejor para un creyente en Cristo?
Las decisiones sí importan. Y el Dios del cielo nos ayudará a decidir lo mejor cuando acudamos a Él por medio de su Hijo Jesús, que dijo: «Venid a mí […], y yo os haré descansar» (Mateo 11:28). Arthur Jackson - Pan Diario