Todo se sabe

Un pastor contó esta historia sobre él en un periódico local. Estaba charlando con un hombre mayor a quien acababan de presentarle. Entonces, dijo: «Así que usted trabajaba en una empresa de servicios», y mencionó el nombre de la compañía. «Exacto», respondió el hombre. El pastor señaló que, cuando era chico, los cables de esa empresa pasaban por la propiedad de sus padres. «¿Dónde vivía?», preguntó el hombre. Cuando el pastor le dijo, el anciano respondió: «Recuerdo esa propiedad. Me costó muchísimo mantener colocados en su lugar los carteles de advertencia de los cables. Los niños los sacaban siempre». Cuando la cara del pastor se puso roja de vergüenza, el hombre preguntó: «Usted era uno de ellos, ¿verdad?». Y no se había equivocado. El pastor tituló la historia de su confesión: Sepan que sus «carteles» los alcanzarán; un inteligente juego de palabras con la frase de Moisés en Números 32:23: «sabed que vuestro pecado os alcanzará». Los errores del pasado nos alcanzan de alguna manera, y los pecados antiguos que no hemos resuelto pueden generar consecuencias graves. Como se lamenta David en el Salmo 32: «Mientras callé, se envejecieron mis huesos». Sin embargo, confesar nuestros errores restaura la comunión con el Señor: «Mi pecado te declaré, […] y tú perdonaste la maldad de mi pecado» (v. 5). Mediante la confesión, podemos disfrutar del perdón divino. Dave - Pan Diario

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