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El pueblo de Dios sabía lo que era que lo capturaran y lo llevaran lejos, y anhelar el hogar. Debido a su rebelión contra Dios, habían sido exiliados. Cada mañana, despertaban con ansias de regresar, pero no tenían manera de rescatarse. Gracias a Dios, Él había prometido no olvidarlos: «Los haré volver; porque de ellos tendré piedad» (Zacarías 10:6). Supliría la constante añoranza del pueblo por el hogar, no por la perseverancia de ellos, sino por su misericordia: «Yo los llamaré […], y volverán» (vv. 8-9).
Nuestra sensación de exilio puede venir por nuestras malas decisiones o por tribulaciones fuera de nuestro control. Sea como sea, Dios no se ha olvidado de nosotros. Conoce nuestro deseo y nos llamará. Y si respondemos, podremos volver a Él… volver a casa. Collier - Pan Diario
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