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Separarse de nuestros seres queridos en esta vida es difícil, pero perderlos porque mueren es mucho peor, y genera un sentimiento de pérdida que no se recompondrá hasta que volvamos a reunirnos con ellos. Cuando los creyentes de Tesalónica se preguntaban sobre esas pérdidas, Pablo escribió: «Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza» (1 Tesalonicenses 4:13). Les explicó que, al ser creyentes en Cristo, podemos vivir a la espera de un maravilloso reencuentro: juntos para siempre en la presencia del Señor (v. 17). Pocas experiencias nos marcan tanto como las separaciones duraderas, pero en Jesús, tenemos la esperanza de volver a reunirnos. Y en medio del dolor y la pérdida, podemos encontrar consuelo en esa promesa inalterable (v. 18). Bill Crowder - Pan Diario
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