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El Salmo 104 ofrece una letanía de alabanzas a Dios por cosas que pasamos fácilmente por alto: «[Dios] envía las fuentes por los arroyos» (v. 10); «Él hace producir el heno para las bestias, y la hierba para el servicio del hombre» (v. 14). Aun la noche se considera buena y apropiada: «Pones las tinieblas, y es la noche; en ella corretean todas las bestias de la selva» (v. 20). Pero luego: «Sale el sol […]. Sale el hombre a su labor, y a su labranza hasta la tarde» (vv. 22-23). Por todo esto, concluye diciendo: «A mi Dios cantaré salmos mientras viva» (v. 33). En un mundo que no sabe qué hacer ante la muerte, alabar a nuestro Creador se vuelve un contraste esperanzador. Tim Gustafson - Pan Diario

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