El Sanador supremo

Cuando un tratamiento médico empezó a aliviar las alergias alimentarias severas de un familiar, me entusiasmé tanto que empecé a hablar de eso todo el tiempo y a elogiar al médico que había creado el programa. En un momento, unos amigos comentaron: «El mérito de la sanidad siempre debería ser de Dios». Esto me hizo pensar. ¿Había sacado mis ojos del Sanador supremo?
Israel cayó en una trampa similar cuando empezó a quemar incienso a una serpiente de bronce que Dios había puesto para sanarlos. Adoraron de esa manera hasta que Ezequías lo identificó como idolatría e «hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés» (2 Reyes 18:4). Varios siglos antes, serpientes venenosas invadieron el campamento israelita, mordieron a los israelitas y muchos murieron (Números 21:6). Aunque la rebelión espiritual había causado el problema, el pueblo clamó a Dios pidiendo ayuda. En su misericordia, Él dirigió a Moisés a esculpir una serpiente de bronce y colocarla en alto para que todos la vieran. Cuando la gente la miraba, se sanaba (vv. 4-9).
Piensa en los regalos de Dios para ti. ¿Acaso alguno se ha transformado en un objeto de alabanza en vez de una evidencia de su gracia? Solo nuestro Dios santo —la fuente de toda buena dádiva (Santiago 1:17)— es digno de alabanza. Jennifer Schuldt - Pan Diario

Acatar las advertencias

Cuando un carterista intentó robarme mientras estaba de vacaciones en otro país, no me sorprendió. Había leído sobre los peligros de los ladrones en los trenes, pero nunca esperé que fuera a sucederme.
Felizmente, el ladrón tenía dedos resbaladizos, así que la cartera cayó al suelo y la recuperé. Pero el incidente me recordó que debería haber acatado las advertencias.
No nos gustan las advertencias, pero es importantísimo prestarles atención. Por ejemplo, Jesús nos dio una clara advertencia mientras enviaba a sus discípulos a proclamar el reino venidero de Dios (Mateo 10:7). Dijo: «A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos» (vv. 32-33).
Por amor, Dios proporcionó un Salvador y un plan para que estuviéramos en su presencia toda la eternidad. Pero si le damos la espalda y decidimos rechazar su mensaje de salvación y la vida que ofrece, nos perderemos la oportunidad de estar con Él. Que podamos confiar en Jesús, Aquel que decide salvarnos de una separación eterna del que nos ama y nos hizo. Dave Branon - Pan Diario

Una buena razón

Las dos mujeres ocupaban los asientos del pasillo, uno frente al otro. El vuelo duraba dos horas, así que fue inevitable ver algunas de sus interacciones. Estaba claro que se conocían; quizá incluso eran parientas. La más joven (de unos 60 años de edad) buscaba a cada rato en su bolso para pasarle a la otra (de unos 90 años) bocadillos y entretenimiento. Cada entrega mostraba ternura y dignidad. Cuando nos levantamos para bajar del avión, le dije a la más joven: «Vi cómo la cuidaba. Qué hermoso». Me respondió: «Es mi mejor amiga. Es mi madre».
¿No sería maravilloso si pudiéramos decir algo parecido? Algunos padres son como mejores amigos. Hay otros que no son así en absoluto. La verdad es que estas relaciones siempre son complicadas. Aunque la carta de Pablo a Timoteo no ignora esa complejidad, sí nos llama a «poner en práctica la sumisión a Dios» cuidando a nuestros padres y abuelos; nuestros «familiares» de «[nuestra] propia casa» (1 Timoteo 5:4, 8 ntv).
Demasiadas veces, practicamos este cuidado solo si nuestros familiares fueron buenos con nosotros. En otras palabras, si lo merecen. Pero Pablo ofrece una razón más hermosa para recompensarlos. Cuídalos porque «esto […] agrada a Dios» (v. 4). James Banks - Pan Diario

La provisión de Dios

Nos fuimos adentrando en el bosque, cada vez más lejos del pueblo en la provincia de Yunnan, China. Después de una hora, escuchamos el rugido ensordecedor del agua y llegamos a un claro con una hermosa vista de una espectacular cascada de agua.
Nuestros compañeros de caminata, que vivían en el pueblo, decidieron hacer un picnic. Una gran idea, pero ¿dónde estaba la comida? Mis amigos desaparecieron en el bosque y volvieron con una variedad de frutas y vegetales, e incluso unos peces. El shuixiangcai parecía extraño con sus pequeñas florecillas violetas, ¡pero tenía un sabor celestial!
Esto me recordó que la creación declara la provisión extraordinaria de Dios. Podemos ver pruebas de su generosidad en «toda clase de plantas con semillas y árboles que dan frutos con semillas» (Génesis 1:12 ntv). Dios nos hizo y nos dio para comer «toda planta que da semilla […] y todo árbol en que hay fruto y que da semilla» (v. 29).
¿A veces te cuesta confiar en que Dios suplirá tus necesidades? ¿Por qué no das una caminata en la naturaleza? Que lo que veas te recuerde las palabras reconfortantes de Jesús: «No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? […] vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas» (Mateo 6:31-32). Poh Fang Chia - Pan Diario

Amar a tu enemigo

Me escabullí a una habitación antes de que ella me viera. Anhelaba regañarla, ponerla en su lugar. Aunque su conducta me había molestado, ¡lo más probable era que yo la hubiera irritado aún más!
Los judíos y los samaritanos también compartían una relación de irritación mutua. Para los judíos, los samaritanos habían arruinado su linaje y su fe al erigir una religión rival en el monte Gerizim (Juan 4:20). Es más, los despreciaban tanto que hacían el camino más largo en vez de tomar la ruta más directa y pasar por Samaria. Jesús reveló un mejor camino. Trajo salvación para todos los pueblos, incluidos los samaritanos. Por eso, se aventuró al corazón de Samaria para llevar agua viva a una mujer pecadora y a todo su pueblo (vv. 4-42). Sus últimas palabras a sus discípulos fueron que siguieran su ejemplo. Debían compartir su buena noticia con todos, empezando en Jerusalén, dispersándose por Samaria y llegando «hasta lo último de la tierra» (Hechos 1:8). Samaria era más que la próxima secuencia geográfica; era la parte más dolorosa de la misión. Los discípulos tenían que superar añares de prejuicios para amar a personas que no querían.
¿Acaso Jesús nos importa más que nuestras quejas? Hay una sola manera de estar seguros. Ama a tu «samaritano». Mike Wittmer - Pan Diario