Manos vacías

Roberto se sintió avergonzado cuando llegó a una reunión con desayuno y se dio cuenta de que se había olvidado la billetera. Le molestó tanto que consideró si debía comer algo o simplemente pedir algo para beber. Después de que su amigo lo convenció, pudo relajarse. Ambos disfrutaron de los bocadillos, y su amigo pagó con gusto la cuenta.
Tal vez puedas identificarte con este dilema o alguna otra situación que te coloque del lado del que recibe. Querer pagar nuestros propios gastos es normal, pero hay ocasiones en que debemos recibir con humildad lo que se nos da.
El hermano menor, en Lucas 15:17-24, seguramente pensaba que tendría algo que pagar mientras consideraba qué le diría a su padre. «Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros» (v. 19). ¿Jornaleros? ¡Su padre no haría tal cosa! Lo consideraba un hijo amadísimo que regresaba a su hogar. Como tal, se encontró con el abrazo afectuoso de su padre (v. 20). ¡Qué imagen espectacular del evangelio! Nos recuerda que, mediante la muerte de Jesús, Él nos reveló a un Padre amoroso que recibe con los brazos abiertos a hijos con manos vacías. Un escritor de himnos lo expresó así: «Ningún precio traigo a ti, mas tu cruz es para mí». Arthur Jackson - Pan Diario

La gran historia de la Biblia

Cuando Carlos abrió la caja de piezas de vitral, en lugar de encontrar los fragmentos que había pedido, descubrió ventanas enteras e intactas. Habían sido quitadas de una iglesia para protegerlas de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Carlos se maravilló al ver cómo los «fragmentos» formaban una hermosa imagen.
A veces, cuando abro ciertos pasajes de la Biblia, no veo de inmediato cómo encajan dentro del cuadro más grande de la Escritura. Me sucede, por ejemplo, con Génesis 11, un capítulo que contiene muchos nombres desconocidos, como Sala, Heber y Taré (vv. 10-32). A menudo, me veo tentada a pasar por alto esas secciones, hasta llegar a alguna parte que encaje mejor en mi «ventana» de entendimiento de la narrativa bíblica.
Dado que «toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil» (2 Timoteo 3:16), el Espíritu Santo puede ayudarnos a entender mejor cómo encaja un fragmento en la totalidad, y abrir nuestros ojos para ver, por ejemplo, cómo Sala se relaciona con Abram (Génesis 11:12-26), el ancestro de David; y lo más importante, con Jesús (Mateo 1:2, 6, 16). Se deleita en sorprendernos con el tesoro de una ventana intacta en la cual incluso las partes más pequeñas revelan a lo largo de la Biblia la historia de la misión de Dios. Kirsten Holmberg - Pan Diario

Compartir a Jesús

Poco después de que Dwight Moody pusiera su fe en Cristo, el evangelista decidió no dejar pasar un día sin compartir la buena noticia de Dios con al menos una persona. En días atareados, a veces se olvidaba de su resolución hasta tarde. Una noche, estaba en la cama cuando se acordó. Salió de su casa, pero pensó: No encontraré a nadie en medio de esta lluvia. Justo entonces, vio a un hombre caminando por la calle. Moody se acercó y le preguntó si podía refugiarse en su paraguas. Una vez que le dio permiso, dijo: «¿Tienes algún refugio en tiempos de tormenta? ¿Podría contarte sobre Jesús?».
Moody estaba siempre listo para obedecer las instrucciones de Dios a los israelitas de proclamar su nombre y hacer «célebres en los pueblos sus obras» (Isaías 12:4). Israel no solo estaba llamado a proclamar «que su nombre es engrandecido» (v. 4), sino también a compartir cómo se había transformado en su salvación. Siglos más tarde, nuestro llamado sigue siendo contar la maravilla de cómo Jesús se hizo hombre, murió en la cruz y resucitó.
Tal vez escuchamos sobre el amor de Dios cuando alguien, al igual que Moody, salió de su zona de confort para hablarnos de Jesús. Nosotros también podemos hablarle a alguien de Aquel que salva. Amy Pye - Pan Diario

Misericordia y gracia

Un majestuoso girasol se erguía solitario junto a un tramo de autopista nacional. Cuando pasé con el auto, me pregunté cómo habría crecido allí sin ningún otro girasol a la vista. Solo Dios podría crear una planta tan robusta que prosperara tan cerca de la carretera, en medio de tanta grava gris. Allí estaba, exultante, meciéndose suavemente en la brisa y saludando a los viajantes que pasaban apurados.
El Antiguo Testamento cuenta la historia de un rey fiel de Judá que también apareció de forma inesperada. Su padre y su abuelo habían servido a otros dioses; pero después de estar al mando durante ocho años, Josías «siendo aún muchacho, comenzó a buscar al Dios de David su padre» (2 Crónicas 34:3). Envió a sus obreros a «que reparasen la casa del Señor» (v. 8), y cuando lo hicieron, descubrieron el libro de la ley. Entonces, Dios inspiró a Josías a guiar a toda la nación de Judá a volver a la fe de sus ancestros, y sirvieron al Señor «todo el tiempo que [Josías] vivió» (v. 33). Nuestro Dios es el Maestro de las misericordias imprevistas. Puede hacer que un gran bien brote de forma inesperada de la grava dura de las circunstancias más desfavorables de la vida. Míralo con atención. Quizá vuelva a hacerlo hoy. James Banks - Pan Diario

Un gran final

Mi esposo y mi hijo estaban haciendo zapeo, y descubrieron que sus películas favoritas ya habían comenzado. Mientras disfrutaban viendo las escenas finales, la búsqueda se transformó en un juego. Se las arreglaron para encontrar ocho de sus películas preferidas. Frustrada, pregunté por qué no elegían una para mirar desde el principio. Mi esposo se rio. «¿A quién no le gusta un gran final?».
Tuve que admitir que espero con ansias los finales de mis libros o películas preferidos. Incluso he hojeado mi Biblia y me he concentrado en mis partes favoritas. Pero el Espíritu Santo usa todas las palabras de Dios confiables y aplicables a la vida para transformarnos y afirmar que su historia terminará bien para los creyentes en Jesús.
Cristo declara que es: «el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último» (Apocalipsis 22:13). Proclama que su pueblo heredará vida eterna (v. 14), y advierte a aquellos que se atrevan a quitar de «las palabras del libro de esta profecía» (v. 19). Tal vez no sepamos o entendamos todo en la Biblia, pero sí sabemos que Jesús vuelve. Él cumplirá su palabra. Derrotará el pecado, corregirá todo mal, hará todas las cosas nuevas y reinará como nuestro amoroso Rey para siempre. ¡Este sí que es un final maravilloso! Xochitl Dixon - Pan Diario