Un verdadero discípulo de Jesús

Cuando Christian Mustad mostró su cuadro de Van Gogh al coleccionista de arte Auguste Pellerin, este lo miró una vez y dijo que no era auténtico. Mustad guardó la pintura en el ático de su casa, donde permaneció durante 50 años. Mustad murió, y la pintura fue evaluada una y otra vez en las cuatro décadas siguientes. Siempre se determinaba que era falsa… hasta 2012, cuando un experto usó una computadora para contar las separaciones de los hilos de la tela. Descubrió que había sido cortada de la misma pieza que otra obra de Van Gogh. Mustad había sido dueño todo el tiempo de un verdadero Van Gogh.
¿Te sientes falso? ¿Temes que, si la gente te examinara, vería que oras, das y sirves poco? ¿Estás tentado a esconderte en el ático, lejos de miradas críticas?
Observa más profundamente, debajo de los colores y los contornos de tu vida. Si te has alejado de tus propios caminos y puesto tu fe en Jesús, tú y Él pertenecen al mismo lienzo. Según la imagen descrita por Jesús: «Yo soy la vid, vosotros los pámpanos» (Juan 15:5), ambos conforman una unidad sin costuras. Descansar en Cristo te hace un verdadero discípulo de Él. Además, es la única forma de mejorar tu imagen, porque dijo: «el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer» (v. 5). Mike Wittmer - Pan Diario

Canta alabanzas al Señor

El calor y la humedad del verano nos golpearon toda la semana durante la conferencia de discipulado, pero el último día recibimos con agrado un frente de aire más fresco. Agradecidos por el alivio y la obra asombrosa que Dios había hecho, cientos de voces nos unimos para adorar a Dios con el corazón, el alma, el cuerpo y la mente centrados en Él. Al rememorar ese día décadas después, evoco la maravilla y el gozo sinceros de alabar a Dios.
El rey David sabía cómo adorar a Dios de todo corazón. Se regocijó danzando, saltando y celebrando cuando el arca del pacto, que simbolizaba la presencia de Dios, fue colocada en Jerusalén (1 Crónicas 15:29). Aunque su esposa Mical, al verlo así, «lo menospreció en su corazón» (v. 29), David no dejó que su crítica lo detuviera de adorar al Dios verdadero, aunque luciera indigno de haber sido elegido para liderar la nación (ver 2 Samuel 6:21-22).
David «comenzó a aclamar al Señor por mano de Asaf y de sus hermanos: Alabad al Señor, invocad su nombre, dad a conocer en los pueblos sus obras. Cantad a él, cantadle salmos; hablad de todas sus maravillas» (1 Crónicas 16:7-9). Que nosotros también nos entreguemos por completo a alabar y adorar a Dios. Amy Pye - Pan Diaro

La marca de Jesús


Dona un euro, haz clic en el botón amarillo. Dios te bendiga

«Hijo, no tengo mucho para darte, pero sí tengo un buen nombre, así que no lo arruines». Estas sabias y poderosas palabras se las dijo Johnnie Bettis a su hijo Jerome cuando este dejó su casa para ir a la universidad. Jerome citó a su padre en el discurso de aceptación al Salón de la fama del fútbol americano profesional. Tal fue la influencia de esas sabias palabras que concluyó su cautivante alocución con una frase similar para su hijo: «Hijo, no hay mucho que pueda darte que sea más importante que nuestro buen nombre».
Un buen nombre es vital para los creyentes en Cristo. En Colosenses 3:12-17, Pablo nos recuerda a quién representamos. El carácter es como la ropa que vestimos; y este pasaje exhibe la «marca de Jesús»: «Vestíos, pues, como escogidos de Dios, […] de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos […] y perdonándoos unos a otros […]. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor» (vv. 12-14). Esta no es solo nuestra «ropa de domingo», sino que debemos usarla en todos lados y todo el tiempo, a medida que Dios obra en nosotros para reflejarlo. Cuando estas cualidades nos caracterizan, demostramos que tenemos su nombre. Que en oración y con cuidado representemos al Señor mientras Él nos provee lo que necesitamos. Arthur Jackson - Pan Diario

Un glosario del dolor

Después de que Hugh y DeeDee entregaron su único hijo al cielo, no sabían cómo llamarse. No hay una palabra específica en español para describir a los padres que pierden a un hijo. Una esposa sin su esposo es una viuda. Un esposo sin su esposa es un viudo. Un niño que no tiene padres es un huérfano. Un padre cuyo hijo ha muerto es un agujero de dolor indefinido.
Pérdida de un embarazo, muerte súbita, suicidio, enfermedad, accidente… la muerte roba a un hijo de este mundo, y luego, despoja a los padres sobrevivientes de una expresión de identidad. Sin embargo, Dios comprendió tal dolor devastador cuando su único Hijo, Jesús, clamó a Él mientras moría en la cruz: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lucas 23:46). Dios era Padre antes del nacimiento terrenal de Jesús, y siguió siendo Padre cuando Jesús respiró por última vez. Continuó siendo Padre mientras el cuerpo inerte de su Hijo yacía en el sepulcro. Y hoy vive como Padre de un Hijo resucitado que brinda a los demás padres la esperanza de que un hijo puede vivir otra vez en Cristo.
¿Cómo llamas a un Padre celestial que sacrificó a su Hijo por ti y por mí? Padre. Sí, siempre Padre. Aunque el glosario del dolor no incluya palabras que definan la tristeza de un pérdida, Dios es nuestro Padre y nos llama sus hijos (1 Juan 3:1). Elisa Morgan - Pan Diario

Alegría en lo insignificante

En 2010, James Ward creó el blog «Me gusta lo aburrido», y lanzó la llamada «conferencia aburrida»: un día de celebración de lo rutinario, lo común y lo pasado por alto. Los oradores ya han hablado de temas aparentemente insignificantes, como estornudos, sonidos de máquinas expendedoras y antiguas impresoras a tinta. Ward sabe que pueden ser temas aburridos, pero los oradores los vuelven interesantes, significativos e, incluso, alegres.
Hace siglos, Salomón, el rey más sabio, se lanzó a la búsqueda de alegría en lo insignificante y terrenal: trabajo, ganado, riqueza, cantores y construcciones (Eclesiastés 2:4-9). Algunas de estas búsquedas eran dignas, y otras, no. Finalmente, lo único que encontró en ellas fue aburrimiento (v. 11). Su cosmovisión no se extendía más allá de los límites de la experiencia humana, y dejaba fuera a Dios. Sin embargo, al final se dio cuenta de que solo disfrutaría de lo terrenal cuando recordara y adorara a al Señor (12:1-7). Cuando estemos envueltos en el torbellino de la monotonía, lancemos nuestra propia miniconferencia diaria, acordándonos de nuestro Creador (v. 1), quien llena lo rutinario de significado. Al recordarlo y adorarlo, nos maravillará lo común, agradeceremos por lo rutinario y nos alegraremos de lo aparentemente insignificante. Marvin Williams - Pan Diario