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Los israelitas que vivían al este del Jordán generaron un malentendido cuando edificaron un gran altar junto al río. Las tribus del occidente lo consideraron una rebelión contra Dios; todos sabían que el tabernáculo era el único lugar aprobado por Él para adorar (Josué 22:16).
Las tensiones aumentaron hasta que las tribus del este explicaron que era solo una réplica del altar de Dios para que sus descendientes recordaran la unidad de Israel. Exclamaron: «el Señor Dios de los dioses, él sabe» (v. 22). Felizmente, los demás escucharon. Como Dios «escudriña los corazones de todos, y entiende todo intento de los pensamientos» (1 Crónicas 28:9), las motivaciones de todos son claras para Él. Si le pedimos que nos ayude, tal vez nos dé la oportunidad de explicar nuestro proceder o la gracia para perdonar. Podemos acudir a Él cuando nos esforzamos por la unidad con los demás. Jennifer Schuldt - Pan Diario