Seguido por la bondad de Dios

Durante la escuela secundaria, trabajé en una tienda de ropa para mujeres, donde una guardia de seguridad se vestía de compradora y seguía a mujeres que creía que podrían robar algo. A las que no se las consideraba una amenaza, nadie las seguía. A mí misma me han registrado y seguido en algunas tiendas; una experiencia interesante porque reconozco la táctica.
En un marcado contraste, David declaró que le seguía una bendición divina: el bien y la misericordia de Dios. Siempre estaban cerca, y le seguían no con sospecha sino con verdadero amor. Los «ángeles guardianes mellizos», como los describió Charles Spurgeon, siguen de cerca a los creyentes, tanto en días sombríos como luminosos. «Los días lúgubres de invierno, así como los días brillantes de verano. El bien suple nuestras necesidades, y la misericordia borra nuestros pecados».
Como había sido pastor de ovejas, David entendía esta combinación intencional de bien y misericordia provista por Dios. Otras cosas también pueden seguir a los creyentes: temores, preocupación, tentaciones, dudas. Pero David declara que el bien y la misericordia de Dios nos seguirán siempre. David se regocijó: «Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida» (Salmo 23:6). ¡Qué regalo tan maravilloso! Patricia Raybon - Pan Diario

Cuando todo el mundo canta

Una canción publicitaria de la década de 1970 inspiró a toda una generación. Creada como parte de una campaña de Coca Cola, un grupo británico llamado The New Seekers terminó cantando la canción completa que tuvo mucho éxito. Pero muchos no olvidarán jamás la versión original de televisión cantada por jóvenes en la cima de una colina en las afueras de Roma. Por más inocente que fuera, con imágenes de abejas y árboles frutales, nos identificábamos con el deseo del compositor de enseñarle al mundo a cantar con el corazón y la armonía del amor.
El apóstol Juan describe algo como aquel sueño idealizado, solo que mucho más grande. Contempló una canción entonada por «todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y […] todas las cosas que en ellos hay» (Apocalipsis 5:13). Esto no tiene nada de fantástico. Nada podría ser más realista que el precio que pagó Aquel a quien se le está cantando. Tampoco podría haber nada más nefasto que las visiones de guerra, muerte y consecuencia que su sacrificio de amor tendría que superar.
Sin embargo, eso fue lo que el Cordero de Dios hizo para cargar con nuestro pecado, vencer la muerte, y enseñarle a todo el cielo y la tierra a cantar en perfecta armonía. Mart DeHaan - Pan Diario

La llave

En su libro La condición humana, Thomas Keating cuenta la historia de un maestro que, después de perder la llave de su casa, está de rodillas buscándola en el césped. Cuando sus discípulos lo ven, lo ayudan, pero sin éxito. Por fin, uno pregunta: «Maestro, ¿tiene alguna idea de dónde perdió la llave?». El maestro responde: «Por supuesto. La perdí en la casa». Cuando ellos exclaman: «Entonces ¿por qué estamos buscando aquí?», él responde: «¿No es acaso evidente? Aquí hay más luz».
Hemos perdido la llave «a la intimidad con Dios, la experiencia de la presencia amorosa de Dios», concluye Keating. «Sin esa experiencia, nada funciona realmente; con ella, casi todo funciona».
Qué fácil es olvidar que, incluso en los altibajos de la vida, Dios sigue siendo la llave a nuestros anhelos más profundos. Cuando dejamos de buscar en los lugares equivocados, Dios está allí, dispuesto a mostrarnos el verdadero descanso. En Mateo 11, Jesús alaba al Padre por no revelar sus caminos a «los sabios y […] los entendidos», sino «a los niños» (v. 25). Después, invita a «todos los que [están] trabajados y cargados» (v. 28) a acudir a Él en busca de descanso.
Podemos encontrar descanso al aprender de nuestro Maestro, el cual es «manso y humilde de corazón» (v. 29). Monica La Rose - Pan Diario

Dios del huerto

Hace muchos años, Joni Mitchell escribió una canción llamada «Woodstock», en la cual veía a la raza humana atrapada en una «negociación» con el diablo. Instó a sus oyentes a buscar una existencia más simple y pacífica, y cantó sobre el regreso «al huerto».
El «huerto» poético al que se refiere es el Edén, por supuesto. El Edén era el paraíso que Dios creó para nosotros en el principio. Allí, Adán y Eva se encontraban con Él a diario… hasta que negociaron con el diablo (ver Génesis 3:6-7). Ese día fue diferente. «Y oyeron la voz del Señor Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia del Señor Dios entre los árboles del huerto» (v. 8). Cuando Dios les preguntó qué habían hecho, Adán y Eva empezaron a echarse la culpa el uno al otro. A pesar de que negaron lo que habían hecho, Dios no los dejó ahí. Les hizo «túnicas de pieles, y los vistió» (v. 21); un sacrificio que aludía a la muerte que Jesús soportaría para cubrir nuestros pecados.
Dios no nos dio un camino de regreso al Edén. Nos dio un camino para avanzar a una relación restaurada con Él. No podemos volver al huerto, pero podemos volver al Dios del huerto. Tim Gustafson - Pan Diario

Viajar livianos

Santiago realizó un audaz viaje de 2.000 kilómetros por la costa oeste de Estados Unidos en bicicleta. Un amigo mío se encontró con el ambicioso ciclista a unos 1.500 kilómetros de donde había empezado. Como se enteró de que le habían robado el equipo de campamento, le ofreció su manta y un suéter, pero Santiago no lo quiso. Dijo que, a medida que iba avanzando hacia el sur y a un clima más templado, tenía que empezar a deshacerse de cosas. Y cuanto más se acercaba a su destino, más cansado estaba, así que tenía que reducir el peso que llevaba.
La idea de Santiago refleja lo que el escritor de Hebreos nos insta a hacer. A medida que continuamos nuestro viaje en la vida, tenemos que despojarnos «de todo peso y del pecado que nos asedia» (12:1). Para seguir adelante, debemos viajar con poco equipaje.
Como creyentes en Jesús, esta carrera requiere «perseverancia» (v. 1). Y una de las maneras de garantizar que sigamos avanzando es librarnos del peso de la falta de perdón, la mezquindad y otros pecados.
Sin la ayuda de Jesús, no podemos viajar livianos y correr bien la carrera. Que podamos mirar al «autor y consumador de la fe», para que nuestro «ánimo no se canse hasta desmayar» (vv. 2-3). Katara Patton - Pan Diario