¿Quién sabe…?

Según una leyenda china, cuando Sai Weng perdió uno de sus preciados caballos, su vecino le expresó su tristeza por la pérdida. Pero Sai Weng no estaba preocupado. Dijo: «¿Quién sabe si tal vez sea bueno para mí?». Sorprendentemente, el caballo perdido regresó con otro caballo. Cuando el vecino lo felicitó, le contestó: «¿Quién sabe si tal vez sea malo para mí?». Resultó ser que su hijo se fracturó la pierna montando el caballo nuevo. Eso pareció mala suerte, hasta que el ejército llegó a la aldea para reclutar a todos los hombres aptos para ir a la guerra. Debido a su lesión, el hijo no fue reclutado, lo que tal vez impidió que muriera. 
La historia detrás del proverbio chino enseña que una dificultad puede ser una bendición disfrazada, y viceversa. Esta sabiduría de antaño tiene un paralelo cercano en Eclesiastés 6:12: «¿quién sabe cuál es el bien del hombre en la vida?». En realidad, nadie sabe lo que depara el futuro. Una adversidad podría tener beneficios, y la prosperidad quizá traiga efectos negativos.
Cada día ofrece nuevas oportunidades, alegrías, luchas y sufrimientos. Como hijos amados de Dios, podemos descansar en su soberanía y confiar en Él: «Dios hizo tanto lo uno como lo otro» (7:14); nos acompaña en toda situación y promete cuidarnos. Poh Fang Chia - Pan Diario

Conocer al Padre


Dona un euro, haz clic en el botón amarillo. Dios te bendiga

Según una leyenda, una vez, el conductor británico Sir Thomas Beecham vio a una mujer de aspecto distinguido en el salón de un hotel. Creyendo que la conocía pero sin poder recordar su nombre, se detuvo para hablar con ella. Mientras hablaban, recordó vagamente que tenía un hermano. Esperando obtener una pista, le preguntó por él y si todavía tenía el mismo trabajo. «Oh, él está bien —dijo ella—, y sigue siendo rey». 
Confundir una identidad puede ser embarazoso, como para Sir Beecham. Pero otras veces puede ser más grave, como le sucedió a Felipe, el discípulo de Jesús. Por supuesto, Felipe lo conocía, pero no había captado plenamente quién era. Quiso que Jesús les mostrara al Padre, y Él respondió: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Juan 14:8-9). Como el Hijo unigénito de Dios, Jesús revela al Padre con tanta perfección que conocer a uno es conocer al otro (vv. 10-11). 
Si nos preguntamos cómo es el carácter, la personalidad o la compasión de Dios, solo hay que mirar a Jesús para averiguarlo, ya que su bondad, amor y misericordia lo revelan. Y aunque nuestro Dios asombroso supera nuestra capacidad de comprensión, tenemos un regalo maravilloso en su manera de revelarse a nosotros en Cristo. Con Campbell - Pan Diario

Preservados

Mientras limpiaba el jardín para prepararlo para los cultivos de primavera, tomé un manojo grande de malezas invernales y las arranqué de un tirón. Una cobra venenosa estaba escondida en el matorral justo debajo de mi mano; unos pocos centímetros más y la habría agarrado sin querer. Vi sus manchas coloridas en cuanto levanté el manojo; el resto estaba enroscado en las malezas entre mis pies.
Cuando pisé el suelo ya a cierta distancia, di gracias a Dios de que no me picara. Y me pregunté cuántas veces me habría guardado de peligros que nunca supe que estaban cerca.
Dios cuida a su pueblo. Antes de entrar en la tierra prometida, Dios les dijo a los israelitas: «El Señor va delante de ti; él estará contigo, no te dejará, ni te desamparará; no temas ni te intimides» (Deuteronomio 31:8). No podían ver a Dios, pero Él estaba con ellos de todos modos. A veces suceden cosas difíciles que no entendemos, ¡pero también podemos meditar en la cantidad de ocasiones en que Dios nos ha preservado sin siquiera darnos cuenta! La Escritura nos recuerda que su cuidado providencial y perfecto permanece sobre su pueblo todos los días. El Señor siempre está con nosotros (Mateo 28:20). James - Pan Diario

Seguro y tranquilo

Mi hijo Xavier era un pequeño lleno de energía que no se quedaba quieto. Por la tarde, eso solía terminar en una indeseada pero muy necesaria siesta. Entonces, se contoneaba en su silla, se bajaba del sofá, gateaba por el piso de madera e incluso rodaba por todo el cuarto para evitar la quietud. «Mamá, tengo hambre… tengo sed… tengo que ir al baño… quiero un abrazo». Como yo sabía que le haría bien descansar, lo abrazaba; y reclinado junto a mí, se dormía.
Al comienzo de mi vida espiritual, mi actitud reflejaba el deseo de mi hijo de permanecer activo. Estar ocupada me hacía sentir aceptada, importante y en control, mientras que el ruido impedía que me preocupara por mis debilidades y pruebas. Evitaba la quietud y el silencio, dudando de que Dios pudiera manejar las cosas sin mi ayuda. Pero Él es nuestro refugio, sin importar los problemas y las incertidumbres que nos rodeen. Aunque el sendero por delante parezca largo, intimidante o abrumador, su amor nos envuelve. El Señor nos oye, nos responde y está con nosotros, ahora y por la eternidad (Salmo 91). Podemos buscar quietud y refugiarnos en el amor inalterable y la presencia constante de Dios; estar tranquilos y descansar en Él porque nos brinda fielmente su cuidado (v. 4). Dixon - Pan Diario

No rendirse nunca

«El tiempo pasaba. La guerra llegó». Así describía Semi Nigo, obispo del pueblo kelilo del sur de Sudán, los retrasos en la larga lucha de su iglesia por conseguir la Biblia en su idioma. Décadas antes, su abuelo había iniciado un proyecto de traducción de la Biblia, pero la guerra y la agitación social lo habían obstaculizado. No obstante, a pesar de los repetidos ataques a sus campos de refugiados en otros países africanos, el obispo y otros creyentes mantuvieron activo el esfuerzo.
Su constancia valió la pena. Casi 30 años después, el Nuevo Testamento en kelilo fue entregado a los refugiados en medio de una entusiasta celebración. Un consultor del proyecto dijo: «No hay palabras para expresar la motivación del pueblo kelilo».
Ese compromiso a traducir la Escritura refleja la perseverancia que Dios le pidió a Josué, cuando le dijo: «Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien» (Josué 1:8). Ahora, «cuando los ves en los campos, están sonriendo», señaló un traductor; la Biblia «les da esperanza». Nunca claudiquemos en buscar el poder y la sabiduría de la Palabra de Dios. Patricia - Pan Diario