Hizo lo que pudo

Colocó el paquete de mantecados junto a la caja, seguido de una tarjeta de cumpleaños y varias bolsas de patatas fritas. Tenía el cabello revuelto, y le caía sobre su frente exhausta. Su hijita gritaba por atención. La cajera mencionó el total, y la decepción de la mamá se le vio en la cara. «Ay, creo que tendré que quitar algunas cosas. Y son para su cumpleaños», dijo suspirando y mirando con tristeza a su pequeña.
Una clienta que esperaba en la fila reconoció el dolor de aquella mujer, comparándola con las palabras de Jesús sobre María de Betania: «Esta ha hecho lo que podía» (Marcos 14:8). Después de ungir al Señor con un costoso perfume de nardo, antes de su muerte y sepultura, los discípulos ridiculizaron a María, pero Jesús los corrigió al elogiar lo que ella había hecho. No dijo: «Ha hecho todo lo que podía», sino «lo que podía». A Él no le importaba lo costoso del perfume, sino el amor que María había imprimido a su acción. La comunión con Cristo genera una respuesta. Antes de que la mamá pudiera decir nada, la otra clienta insertó su tarjeta de crédito en el lector y pagó la compra. No era mucho, y ella tenía fondos extras ese mes. Pero para aquella madre, lo era todo. Un gesto de amor desbordó cuando ella lo necesitaba. Elisa Morgan - Pan Diario

Frente a la oscuridad

A mediados de la década de 1960, dos personas participaron en una investigación sobre los efectos de la oscuridad en la psiquis humana. Entraron en dos cuevas, mientras los investigadores monitoreaban sus hábitos de alimentación y sueño. Una permaneció en oscuridad total durante 88 días, y la otra, 126. Cada una estimó cuánto había estado a oscuras, y ambas erraron por meses. Una pensó que había dormido una breve siesta, cuando en realidad fueron 30 horas. La oscuridad desorienta.
El pueblo de Dios se encontró en la oscuridad del inminente exilio, desconociendo qué ocurriría. El profeta Isaías usó la oscuridad como una metáfora de su desorientación y una referencia al juicio de Dios (Isaías 8:22; ver también Éxodo 10:21-29). Pero llegaría una luz: «El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos» (Isaías 9:2). La opresión sería detenida y la desorientación acabaría. Un Niño vendría a cambiar todo y establecer un nuevo día: un día de perdón y libertad (v. 6).
¡Y Jesús ciertamente vino! Aunque la oscuridad del mundo pueda desorientar, no dejemos de experimentar el consuelo del perdón, la libertad y la luz que se encuentra en Cristo. Glenn - Pan Diario

Buscados por el amor

«Le huía noche y día», comienza diciendo el famoso poema del poeta inglés Francis Thompson El lebrel del cielo. El autor describe la búsqueda incesante de Jesús, a pesar de sus esfuerzos por esconderse —o incluso huir— de Dios. Y termina diciendo: «pues buscas el amor, a mí me buscas».
El amor de Dios en su búsqueda es el tema central del libro de Jonás. Al profeta se le asignó que hablara a los ninivitas (notorios enemigos de Israel) sobre su necesidad de volverse a Dios, pero «Jonás se levantó para huir [del Señor]» (Jonás 1:3). Consiguió abordar un barco en dirección opuesta a Nínive, pero la nave fue de inmediato azotada por una feroz tormenta. Para salvar a la tripulación, arrojaron a Jonás al agua, donde un gran pez lo tragó (1:15-17).
En su hermoso poema, Jonás relató que, a pesar de haberse esforzado al máximo para huir de Dios, Él lo buscó. Cuando la situación abrumó al profeta y necesitó ser salvado, clamó al Señor en oración y recurrió a su amor (2:2, 8). Dios respondió, y no solo rescató a Jonás sino también a sus enemigos asirios (3:10).
Tal como lo describen ambos poemas, puede haber temporadas en nuestra vida cuando tratamos de huir de Dios, pero aun entonces, Jesús nos ama y obra para que restauremos nuestra comunión con Él (1 Juan 1:9). Lisa - Pan Diario

Culpa y perdón


Dona un euro, haz clic en el botón amarillo. Dios te bendiga

El antropólogo Donald Brown enumera más de 400 comportamientos que considera denominadores comunes de la humanidad, tales como juguetes, chistes, bailes, temor a serpientes y ¡atar cosas con cuerdas! Asimismo, cree que todas las culturas tienen conceptos de lo correcto e incorrecto, del valor de las promesas y de lo equivocado de la avaricia y el asesinato. Todos tenemos una conciencia, sin importar de dónde seamos.
Hace siglos, Pablo señaló algo similar. Dios había dado los Diez Mandamientos a los judíos para diferenciar lo bueno de lo malo; pero en el caso de los gentiles, estos podrían hacer lo correcto obedeciendo a sus conciencias, porque la ley de Dios estaba escrita en sus corazones (Romanos 2:14-15). Pero esto no significaba que siempre hacían lo correcto. Los gentiles se rebelaban contra sus conciencias (1:32) y los judíos quebrantaban la ley (2:17-24), lo que hacía a todos culpables. Pero mediante la fe en Jesús, Dios quita la pena de muerte por toda nuestra desobediencia (3:23-26; 6:23). Puesto que Dios creó a todos los seres humanos con un sentido del bien y del mal, quizá algunos nos sintamos culpables por algo malo que hicimos o algo bueno que no realizamos. Pero cuando confesamos esos pecados, Dios quita la culpa. Solo debemos pedírselo. Sheridan - Pan Diario

Estrellas resplandecientes

Puedo cerrar los ojos y evocar la casa donde crecí. Recuerdo turnarnos con mi padre para mirar con su telescopio las estrellas titilantes. Esos puntitos luminosos, resultado del fuego y el calor, contrastaban vivamente con el espacio negro y liso.
¿Te consideras una estrella resplandeciente? No me refiero a alcanzar logros humanos, sino a contrastar con un fondo oscuro de maldad y quebranto. El apóstol Pablo les dijo a los creyentes filipenses que Dios brillaría en y a través de ellos si se tomaban firmemente de la palabra de vida, y evitaban quejarse y discutir (Filipenses 2:14-16).
La unidad con los otros creyentes y nuestra fidelidad a Dios pueden diferenciarnos del mundo. Pero estas cosas no surgen naturalmente, sino que debemos esforzarnos para mantenernos en una comunión íntima con Dios y en armonía con nuestra familia espiritual. Pero, atención: hay esperanza. El Espíritu de Dios que vive en cada creyente nos capacita para ser amables, calmados y fieles (Gálatas 5:22-23). Así como somos llamados a vivir más allá de nuestra capacidad natural, la ayuda sobrenatural de Dios lo hace posible (Filipenses 2:13). ¡Imagina cómo se disiparía la oscuridad que nos rodea si, como «estrellas resplandecientes», reflejáramos la luz de Dios! Jennifer - Pan Diario