Con nosotros en el valle

Cuando Hannah Wilberforce (tía del abolicionista británico William Wilberforce) estaba por morir, escribió una carta en la que dijo haber oído sobre la muerte de un hermano en Cristo: «Bienaventurado es el querido hombre que partió a la gloria; ahora en la presencia de Dios, a quien sin verlo amaba. Mi corazón parecía saltar de gozo». Luego, describió su propia situación: «Yo, mejor y peor; Jesús, tan bueno como siempre».
Sus palabras me hicieron pensar en el Salmo 23, donde David escribe: «Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo» (v. 4). Es allí, en medio del valle de sombra de muerte donde la descripción se vuelve profundamente personal. De hablar en el principio sobre Dios —«El Señor es mi pastor» (v. 1)—, David pasa a hablar con Él: «tú estarás conmigo» (v. 4).
Qué tranquilizador es saber que el Dios todopoderoso es tan compasivo que camina con nosotros incluso a través de los lugares más difíciles. Ya sea que nuestra situación mejore o empeore, podemos acudir a nuestro Pastor, Salvador y Amigo, y encontrarlo «tan bueno como siempre». Tanto, que la muerte misma es derrotada, y «en la casa del Señor [moraremos] por largos días» (23:6). James Banks - Pan Diario

Dondequiera que adoremos

Un dolor de cabeza y cuerpo intenso y debilitante me impidió asistir a la reunión en mi iglesia… otra vez. Lamentando perderme la adoración comunitaria, miré el mensaje en línea. Al principio, la pobre calidad del sonido y el video me amargaron, pero luego, una voz entonó un himno conocido, y las lágrimas me brotaron mientras cantaba: «Sé tú mi visión, oh Señor de mi corazón. […] Mi mejor pensamiento de día y de noche. Despierto o durmiendo, tu presencia es mi luz». Enfocada en la presencia constante de Dios, lo adoré estando en mi casa.
Si bien la Escritura reafirma la naturaleza vital de adorar con la familia de Dios (Hebreos 10:25), Dios no está limitado a las paredes de un edificio. Durante su charla con la mujer samaritana, desafió todas las expectativas sobre el Mesías (Juan 4:9), y en lugar de condenarla, le habló la verdad y le mostró su amor (v. 10). Reveló un conocimiento íntimo y soberano de sus hijos (vv. 17-18). Proclamó su deidad y declaró que el Espíritu Santo generaba la adoración verdadera a partir del corazón del pueblo de Dios, no de una ubicación específica.
Cuando nos enfocamos en quién es Dios y todo lo que prometió, podemos regocijarnos y adorarlo con otros creyentes, en nuestra casa… ¡y en todas partes! Xochitl Dixon - Pan Diario

Las «mermas»


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Todo comenzó con picazón en la garganta. Uyyy, pensé. Luego, resultó ser gripe. Y ese fue solo el comienzo de una afección bronquial. La gripe se transformó en una tos fuerte y seca —sí, esa tos—, y esa se convirtió en neumonía.
Ocho semanas de una tos que me rompía el pecho me dejaron abatido. No me considero viejo, pero soy lo suficiente como para empezar a pensar que voy en esa dirección. Un miembro de mi iglesia le ha puesto un nombre cómico a los problemas de salud que nos atacan con la edad: «las mermas». Pero no tiene nada de cómico cuando las mermas están «en acción».
En 2 Corintios 4, Pablo también escribió —a su manera— sobre «las mermas». Relata sobre la persecución que él y su equipo soportaron mientras cumplían su misión, y el enorme daño que les había causado. «Nuestro hombre exterior se va desgastando», admitió. Pero aunque su cuerpo fallaba, se aferraba a la alentadora promesa: «el interior no obstante se renueva de día en día» (v. 16). Esa «leve tribulación momentánea» no se puede comparar con «un cada vez más excelente y eterno peso de gloria» (v. 17).
Aun hoy, mientras escribo, las mermas me desgarran insistentemente el pecho, pero sé que en mi vida y en la de todo el que se aferre a Cristo, ellas no tienen la última palabra. Adam R. Holz - Pan Diario

Fe adolescente

La adolescencia es una de las etapas más agonizantes de la vida… tanto para los padres como para los hijos. En mi caso, al intentar «individualizarme» de mi madre, rechazaba abiertamente sus valores y me rebelaba contra sus reglas, suponiendo que lo único que ella quería era hacerme infeliz. Sin duda, ella lamentaba que no quisiera escuchar sus sabias instrucciones, ya que sabía que me evitarían dolores emocionales y físicos innecesarios.
Dios sentía lo mismo respecto a los israelitas. Les impartió su sabiduría para la vida en los Diez Mandamientos (Deuteronomio 5:7-21). Aunque ellos los veían como una lista de reglas, la intención del Señor se ve en sus palabra a Moisés: «para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre» (v. 29). Moisés reconoció ese deseo diciendo que la obediencia a los decretos les haría disfrutar de la presencia constante de Dios en la tierra prometida (v. 33).
Todos atravesamos etapas de «adolescencia» con Dios, desconfiando de que sus instrucciones sean realmente para nuestro beneficio. Que podamos entender que Él quiere lo mejor para nosotros y aprendamos a escuchar su sabiduría. El propósito de su guía es que crezcamos espiritualmente al volvernos más semejantes a Cristo (Salmo 119:97-104; Efesios 4:15; 2 Pedro 3:18). Kirsten Holmberg - Pan Diario

¿Cómo te llamas?

Alguien dijo que pasamos por la vida con tres nombres: el que nos pusieron nuestros padres, el que nos ponen los demás (nuestra reputación) y el que nos ponemos nosotros (nuestro carácter). El que nos ponen los demás importa, ya que «de más estima es el buen nombre que las muchas riquezas, y la buena fama más que la plata y el oro» (Proverbios 22:1). Pero aunque la reputación es importante, el carácter lo es más.
Sin embargo, hay otro nombre aún más importante. Jesús les dijo a los creyentes de Pérgamo que, aunque la reputación de ellos había sufrido algunos golpes bien merecidos, tenían un nombre nuevo reservado en el cielo para quienes vencieran la tentación: «Al que venciere, […] le daré una piedrecita blanca, y en [ella] escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe» (Apocalipsis 2:17). No estamos seguros de por qué Jesús prometió una piedrita blanca, pero sea lo que sea, Dios promete que nuestro nombre nuevo quitará toda nuestra vergüenza (ver Isaías 62:1-5). Nuestra reputación puede ser manchada y nuestro carácter parecer irreparable, pero ninguna de estas cosas en realidad nos define. Lo importante no es cómo te llamen los demás ni cómo te llames tú mismo. Eres quien Jesús dice que eres. Vive según tu nombre nuevo. Mike Wittmer - Pan Diario