Suficiente tiempo

Cuando vi el enorme ejemplar de Guerra y paz, de León Tolstói, en el estante de una amiga, confesé: «Nunca pude leerlo completo». «Bueno —sonrió Marty—; cuando me jubilé, me lo regaló una amiga que me dijo: “Ahora vas a tener tiempo de leerlo finalmente”».
Los primeros ocho versículos de Eclesiastés 3 expresan un conocido ritmo natural de actividades de la vida con algunas decisiones arbitrarias. No importa en qué etapa nos encontremos, suele ser difícil hallar tiempo para hacer todo lo que queremos. Y para decidir sabiamente cómo administrar el tiempo, es útil tener un plan (Salmo 90:12).
Pasar tiempo con Dios diariamente es prioritario para nuestra salud espiritual. Realizar tareas productivas satisface nuestro espíritu (Eclesiastés 3:13). Servir a Dios y ayudar a los demás es vital para cumplir los propósitos del Señor para nosotros (Efesios 2:10). Y descansar y no hacer nada por un tiempo renueva nuestro cuerpo y espíritu.
Es fácil enfocarse demasiado en el aquí y el ahora, en lo que más nos importa, pero Eclesiastés 3:11 afirma que Dios puso «eternidad» en nuestro corazón, recordándonos dar prioridad a las cosas que son eternas. Esto puede colocarnos frente a frente con lo más importante: la perspectiva de Dios «desde el principio hasta el fin». Cindy Kasper - Pan Diario

Rechazar las justificaciones

Un policía le preguntó a una conductora si sabía por qué la había detenido. «¡Ni idea!», dijo ella desconcertada. «Señora, estaba enviando un mensaje de texto mientras conducía», dijo amablemente el oficial. «¡No, no!» —protestó ella, mostrándole el celular como prueba—. Es un email».
¡Usar el celular para enviar un email no es un vacío legal que justifique violar la ley sobre escribir mensajes mientras uno conduce! El objetivo real de la ley es prevenir conducir distraído.
Jesús acusó a los líderes religiosos de crear vacíos legales mucho peores. Citando como evidencia el mandato: «Honra a tu padre y a tu madre», les dijo: «Astutamente violáis el mandamiento de Dios» (Marcos 7:9-10 LBLA). Bajo el disfraz hipócrita de la devoción religiosa, descuidaban a sus familias. Declaraban que su dinero estaba dedicado a Dios y no suplían la necesidad de sus padres ancianos.
Jesús apuntó al corazón del problema: «invalidan la palabra de Dios con la tradición» (v. 13 RVC). No honraban a Dios; deshonraban a sus padres. Las justificaciones pueden ser sumamente sutiles, evitando las responsabilidades, excusando conductas egoístas y rechazando los mandatos de Dios. Jesús nos ofrece la oportunidad de cambiar esto por la guía del Espíritu para obedecer sus instrucciones. Tim Gustafson - Pan Diario

Generosidad y gozo

Los investigadores nos dicen que existe un vínculo entre la generosidad y la alegría: los que dan su dinero y tiempo a otros son más felices. Un psicólogo concluyó: «Dejemos de pensar en dar como una obligación moral y empecemos a considerarlo una fuente de placer».
Aunque dar puede hacernos felices, me pregunto si la felicidad debería ser el objetivo de hacerlo. Si somos generosos solo para sentirnos felices, ¿cómo nos afectarían las necesidades más difíciles y terrenales que requieren nuestro apoyo?
La Escritura vincula la generosidad con la alegría sobre una base diferente. Después de dar de su propia riqueza para construir el templo, el rey David invitó a los israelitas a hacer lo mismo (1 Crónicas 29:1-5), y así lo hicieron con alegría (vv. 6-8). Pero qué motivó esa alegría: «se alegró el pueblo […] porque de todo corazón ofrecieron al Señor voluntariamente» (v. 9).
Los misioneros saben que es más fácil levantar fondos para la evangelización que para temas administrativos, porque a los creyentes en Cristo les gusta sentir que están financiando la obra en la primera línea. Seamos generosos también ante las necesidades de los demás. Después de todo, Jesús se entregó voluntariamente para suplir nuestras necesidades (2 Corintios 8:9). Sheridan Voysey - Pan Diario

Jesús está aquí

Mi anciana tía abuela yacía enferma en su cama. Tenía una sonrisa en el rostro; su cabello canoso rodeaba su cabeza y las arrugas cubrían sus mejillas. No hablaba mucho, pero todavía recuerdo las pocas palabras que dijo cuando mis padres la visitaron. Susurró: «No me siento sola. Jesús está aquí conmigo».
Su esposo había muerto hacía varios años y sus hijos vivían lejos, así que me maravillé ante su declaración. Cerca de cumplir 90 años, estaba sola, en su cama y casi sin poder moverse. No obstante, podía decir que no se sentía sola.
Mi tía tomó literalmente las palabras de Jesús a sus discípulos, tal como todos deberíamos hacerlo: «he aquí yo estoy con vosotros todos los días» (Mateo 28:20). Ella sabía que el Espíritu de Cristo estaba con ella, como prometió Él cuando los instruyó a ir por todo el mundo a compartir el evangelio con otros (v. 19). Jesús dijo que el Espíritu Santo estaría «con» los discípulos y con nosotros (Juan 14:16-17). Estoy segura de que mi tía experimentó la realidad de esa promesa. El Espíritu estaba en su interior mientras ella yacía en su cama. Y el Espíritu la utilizó para compartir esa verdad conmigo… una sobrina joven que necesitaba escuchar y atesorar esas palabras. Katara Patton - Pan Diario

La dulzura de la sinceridad

«Amigo querido, a veces suenas más santo de lo que eres realmente».
Si hubiesen venido de otra persona que no fuera mi amigo y mentor, cuyo discernimiento valoro enormemente, estas palabras habrían herido mis sentimientos. En cambio, hice una mueca de dolor y me reí al mismo tiempo, sabiendo que, aunque sus palabras me habían dolido, también tenía razón. A veces, cuando hablaba de mi fe, usaba una jerga que no sonaba natural y daba la impresión de que no era sincero. Mi amigo me amaba y estaba tratando de ayudarme a ser más eficaz al compartir con otros los que yo creía de verdad. Al mirar atrás, lo considero uno de los mejores consejos que recibí.
Salomón escribe: «Fieles son las heridas del que ama; pero importunos los besos del que aborrece» (Proverbios 27:6). El discernimiento de mi amigo demostró la veracidad de ese consejo. Me sentí agradecido de que se interesara por decirme algo que yo necesitaba oír, aunque sabía que podría ser difícil de aceptar. A veces, cuando alguien te dice solamente lo que piensa que quieres oír, no ayuda, porque puede impedir que desarrolles cualidades vitales.
La sinceridad puede ser dulce cuando brota de un amor genuino y humilde. Que Dios nos dé la sabiduría para recibir e impartir bien un consejo, reflejando así su corazón bondadoso. James Banks - Pan Diario