Un bocadillo humilde

La bolsa de papas fritas era pequeña, pero le enseñó una gran lección a una misionera norteamericana. Una noche, mientras trabajaba en República Dominicana, llegó a una reunión de la iglesia y, cuando abrió su bolsa de papas, una mujer que apenas conocía extendió la mano y se sirvió algunas. Otros también lo hicieron.
Qué maleducados, pensó la misionera. Entonces, se dio cuenta de algo aleccionador. Todavía no entendía la cultura a la cual había ido a servir. En vez del énfasis en el individualismo que había en Estados Unidos, aprendió que la vida en República Dominicana se desarrolla en comunidad. Su forma de hacer las cosas no era mejor sino tan solo diferente. Cuando empezó a reconocer sus propios prejuicios, también descubrió que compartir en humildad con otros la ayudaba a servirlos mejor.
Pedro les enseñó esta lección a los líderes de la iglesia: trátense unos a otros con humildad. Aconsejó a los líderes que no se enseñorearan «sobre los que están a [su] cuidado» (1 Pedro 5:3). ¿Y a los más jóvenes? «Estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad» (v. 5). Y declaró: «Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes». Que Él nos ayude a vivir humildemente ante Él y los demás hoy. Patricia Raybon - Pan Diario

Huéspedes indeseados

Carlos y Alicia tuvieron una luna de miel maravillosa, pero, cuando volvieron a casa, descubrieron que él tenía un sarpullido extraño. Unos pequeños parásitos se le habían metido en los pies a través de ampollas provocadas por sus chancletas nuevas. Lo que empezó como una vacación de ensueño terminó en una batalla contra «huéspedes» indeseados.
David sabía que, si no le pedía ayuda a Dios para luchar contra su pecado, su sueño de llevar una vida agradable a Él se transformaría en una batalla con los huéspedes indeseados del pecado y la rebelión. Después de declarar cómo Dios se revela en el mundo natural (Salmo 19:1-6) y cómo su sabiduría se halla en su instrucción (vv. 7-10), le pidió al Señor que lo protegiera de la desobediencia. «Líbrame de los [pecados] que me son ocultos. Preserva también a tu siervo de las soberbias», escribió (vv. 12-13). Reconoció no tener los recursos para evitar que la enfermedad infecciosa del pecado lo afectara y le pidió ayuda a Dios.
¿Cómo podemos asegurarnos de que nuestro sueño de vivir de manera que honre a Dios no termine secuestrado por el pecado? Mantengamos los ojos en Él, confesemos el pecado y arrepintámonos. Con la ayuda divina, evitemos que los parásitos espirituales indeseados se escondan en nuestra vida. Marvin Williams - Pan Diario

Misericordias itinerantes


Dona un euro, haz clic en el botón amarillo. Dios te bendiga

Si quisieras recorrer el suroeste de Estados Unidos, podrías empezar por un pueblito llamado Why [Por qué], en Arizona. Si avanzas a campo traviesa, llegarías a Uncertain [Incierto], Texas. Hacia el noreste, puedes descansar en Dismal [Deprimente], Tennessee. Por último, llegarías a Panic [Pánico], Pennsylvania.
A veces, el viaje de la vida se parece a esto. Nos identificamos fácilmente con la dura vida de los israelitas en el desierto (Deuteronomio 2:7); la vida puede ser dura. Pero ¿vemos los otros paralelos? Creamos nuestro propio itinerario, alejándonos de Dios (1:42-43). A menudo, nos quejamos (Números 14:2). En nuestras preocupaciones diarias, solemos dudar de los propósitos de Dios (v. 11). La historia de los israelitas se repite una y otra vez en la nuestra.
Dios nos asegura que, si seguimos su camino, nos proveerá lo necesario y nada nos faltará (Deuteronomio 2:7; Filipenses 4:19). Sin embargo, por más que lo sabemos, a menudo no lo hacemos. Necesitamos seguir la hoja de ruta de Dios. Si sigues adelante en tu viaje por Estados Unidos, llegarás a un lugar conocido como Assurance [Seguridad], en Virginia Occidental. Si permitimos que Dios dirija nuestros caminos (Salmo 119:35), viajaremos gozosos con Él al volante… ¡qué bendita seguridad! Kenneth Petersen - Pan Diario

Inútil sin amor

Al sacar de la caja las piezas de mi mesa de pedido especial y acomodarlas frente a mí, noté que había algo raro. Estaban la hermosa tapa y otras partes, pero le faltaba una pata. Sin una de las patas, no podría armar la mesa y no serviría para nada.
Las mesas no son lo único inútil si les falta una parte vital. En el libro de 1 Corintios, Pablo les recordó a sus lectores que les faltaba un componente esencial. Los creyentes poseían muchos dones espirituales, pero les faltaba amor.
Usando un lenguaje exagerado para enfatizar lo que quería decir, Pablo escribió que, incluso si sus lectores tenían todo el conocimiento, si daban todo lo que tenían y aun si sufrían voluntariamente pero les faltaba el cimiento esencial del amor, sus acciones serían completamente inútiles (1 Corintios 13:1-3). Pablo los animó a saturar de amor todas sus acciones, describiendo de forma conmovedora la belleza de un amor que siempre protege, confía, espera y persevera (vv. 4-7).
Cuando usemos nuestros dones espirituales —quizá para enseñar, alentar o servir en nuestras comunidades de la fe—, recordemos que el diseño de Dios siempre requiere amor. De lo contrario, es como una mesa sin una pata. No puede alcanzar el propósito para el cual fue creada. Lisa Samra - Pan Diario

Toda la casa

Vestido con su mono a rayas, Santiago cruzó el húmedo gimnasio de la cárcel y se metió en la piscina portátil donde el capellán de la prisión lo bautizó. Pero su gozo se multiplicó cuando se enteró de que su hija, también reclusa, se había bautizado el mismo día… ¡en la misma agua! Cuando se dieron cuenta de lo que había sucedido, incluso el personal se emocionó.
La Escritura describe otro encuentro en la prisión —esta vez, con un carcelero—, donde el amor de Jesús transformó a toda una familia. Después de que un «gran terremoto» sacudiera toda la prisión, «las puertas se abrieron», pero Pablo y Silas no huyeron (Hechos 16:26-28). El carcelero, lleno de gratitud al ver que no habían escapado, los llevó a su casa y les hizo una pregunta transformadora: «¿qué debo hacer para ser salvo?» (v. 30).
«Cree en el Señor Jesucristo», le respondieron, «tú y tu casa» (v. 31). La respuesta revela el deseo de Dios de derramar misericordia no solo sobre individuos, sino sobre familias enteras. Al encontrarse con el amor de Dios, todos creyeron en el Señor: el carcelero y toda su casa (v. 34). Aunque a menudo estamos ansiosos por la salvación de nuestros seres queridos, podemos confiar en que Dios los ama aún más que nosotros. Él desea renovarnos a todos, a toda nuestra casa. Winn Collier - Pan Diario