Entregarle a Dios mi trabajo

La revista para la que escribía me parecía «importante», así que me esforcé para presentar el mejor artículo posible al editor en jefe. Presionada por satisfacer sus estándares, reescribía una y otra vez mis pensamientos e ideas. Pero ¿cuál era mi problema? ¿El tema desafiante? ¿O mi verdadera preocupación personal: Me aprobaría el editor a mí y no solo mis palabras?
Como respuesta a nuestras preocupaciones laborales, Pablo nos da una instrucción confiable. En su carta a los creyentes de Colosas, insta a los creyentes a trabajar, pero no para que la gente los apruebe sino para Dios. Así lo expresó: «Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís» (Colosenses 3:23-24).
Al reflexionar en la sabiduría de Pablo, podemos dejar de luchar para caer bien a los ojos de nuestros jefes terrenales. Sin duda, los honramos como personas y procuramos darles lo mejor. Pero si trabajamos «como para el Señor» —pidiéndole que nos guíe y bendiga nuestro trabajo—, Él derramará su luz sobre nuestros esfuerzos. ¿La recompensa? Las presiones laborales se aliviarán y terminaremos nuestras tareas. Además, un día lo oiremos decir: «¡Bien hecho!». Patricia Raybon - Pan Diario

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