Al terminar una comida para celebrar la Pascua, los miembros de la iglesia expresaron su alegría danzando juntos en un círculo. Barry los observaba con una enorme sonrisa. Luego, comentó cuánto le gustaban esos momentos, diciendo: «Esta es mi familia ahora; mi comunidad. Encontré un lugar donde sé que puedo amar y ser amado… y al que pertenezco».
De niño, Barry sufrió un cruel abuso emocional y físico que le quitó la alegría. Pero la iglesia local lo recibió y le presentó a Jesús. La unidad y el gozo de los creyentes lo atraparon, y comenzó a seguir a Cristo y a sentirse amado y aceptado.
En el Salmo 133, David usó imágenes impactantes para ilustrar los enormes efectos de cuán buena y deliciosa es la unidad del pueblo de Dios. Dijo que es como alguien ungido con un aceite precioso que corre por su cuello (v. 2). En la antigüedad, era habitual que, cuando uno entraba en una casa, se lo saludara ungiéndolo. David también comparó esta unidad con el rocío que cae sobre el monte y que trae vida y bendición (v. 3). El aceite llena de fragancia una habitación y el rocío riega los lugares secos. La unidad también tiene efectos buenos y deliciosos, como recibir a los que están solos. Que nuestra unidad en Cristo sea de beneficio a los demás. Amy Pye - Pan Diario
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