No soy bebedor de café, pero el olor de los granos me genera un momento de solaz y melancolía. Cuando nuestra hija Melissa estaba convirtiendo su habitación en su lugar especial, llenó un bol con granos de café para inundar el cuarto con un aroma cálido y placentero.
Hace casi dos décadas que la vida terrenal de Melissa terminó a los 17 años en un accidente automovilístico, pero aún tenemos ese bol de granos de café. Nos brinda un recuerdo agradable y constante de su vida con nosotros.
Las Escrituras también usan las fragancias como un recordatorio. Cantares las usa como un símbolo del amor entre un hombre y una mujer (ver 1:3; 4:11, 16). Oseas dice que el perdón de Dios a Israel «perfumará como el Líbano» (Oseas 14:6). Y cuando María ungió los pies de Jesús, su casa «se llenó del olor del perfume» (Juan 12:3), lo cual apuntaba a la muerte de Jesús (ver v. 7).
La idea del perfume también puede ayudarnos a cuidar ante los demás nuestro testimonio de la fe. Pablo lo explicó así: «Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden» (2 Corintios 2:15).
Así como los granos de café me recuerdan a Melissa, que nuestra vida produzca un aroma de Jesús y su amor que les recuerde a otros cuánto lo necesitan. Dave Branon - Pan Diario

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