Confiarle nuestro futuro a Dios

En 2010, Laszlo Hanyecz hizo la primera compra con bitcoin (una moneda digital que valía una fracción de un centavo), y pagó 10.000 bitcoins por dos pizzas (que valían 25 dólares). En 2021, esos mismos bitcoins habrían valido más de 500 millones de dólares. Antes de que el valor de esta moneda se disparara, el hombre siguió pagando pizzas con bitcoins, y llegó a gastar 100.000 en total. Si los hubiera guardado, su valor lo habría transformado en un multimillonario. Si tan solo hubiese sabido lo que vendría.
Por supuesto, nadie habría podido preverlo. A pesar de nuestros intentos de comprender y controlar el futuro, Eclesiastés suena real: «no sabe nadie lo que ha de ser» (10:14). Algunos nos engañamos pensando que sabemos más de lo que en realidad sabemos; o peor, que entendemos mejor la vida o el futuro de otra persona. Pero Eclesiastés pregunta: «¿y quién le hará saber lo que después de él será?» (v. 14). Nadie.
La Escritura contrasta a un sabio con un insensato, y una distinción entre ambos es la humildad respecto al futuro (Proverbios 27:1). El sabio reconoce que solo Dios sabe lo que hay más allá del horizonte. Pero el necio se jacta de un conocimiento que no posee. Que podamos tener sabiduría y confiarle nuestro futuro al único que realmente lo conoce. Winn Collier - Pan Diario

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