La multitud

«Se ha descubierto que los hombres resisten a los monarcas más poderosos y rehúsan inclinarse ante ellos», señaló la filósofa y escritora Hannah Arendt. Y agregó: «Pero pocos resisten a la multitud, defienden solos sus convicciones ante las masas descarriadas, enfrentan sin armas su implacable furor». Como judía, Arendt fue testigo de esto en su Alemania natal. Hay algo aterrador en ser rechazado por el grupo.
El apóstol Pablo experimentó tal rechazo. Formado como fariseo y rabino, su vida dio un vuelco cuando se encontró con el Jesús resucitado. Después de su conversión camino a Damasco, persiguiendo a los que creían en Cristo (Hechos 9), se vio rechazado por su propio pueblo. En su segunda carta a los corintios, hizo un repaso de algunos de los problemas que enfrentó; entre ellos, «azotes» y «cárceles» (6:5).
En lugar de reaccionar con enojo y amargura, Pablo anhelaba que ellos también conocieran a Jesús. Escribió: «tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne» (Romanos 9:2-3).
Así como Dios nos ha dado la bienvenida a su familia, que también nos capacite para invitar incluso a nuestros adversarios a relacionarse con Él. Bill Crowder - Pan Diario

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