«La conciencia cristiana empieza con la dolorosa percepción de que lo que suponíamos que era la verdad es, en realidad, una mentira», escribió Eugene Peterson en sus impactantes reflexiones sobre el Salmo 120. Este salmo es el primero de los «cánticos graduales», entonados por los peregrinos camino a Jerusalén; también un cuadro del periplo espiritual hacia Dios.
Este viaje solo puede comenzar reconociendo profundamente nuestra necesidad de algo diferente. Como lo expresa Peterson: «Una persona tiene que estar totalmente disgustada con la forma en que son las cosas, para sentirse motivada a tomar el camino cristiano […]. Hay que cansarse de los caminos del mundo antes de que despierte un apetito por el mundo de la gracia».
Es fácil desanimarse con el dolor y la desesperación que vemos en el mundo que nos rodea; la perversidad con que nuestra cultura suele mostrar indiferencia ante el daño hecho a los demás. El Salmo 120 lamenta sinceramente esto: «Yo soy pacífico; mas ellos, así que hablo, me hacen guerra» (v. 7).
Es liberador entender que nuestro dolor también puede inducirnos a un nuevo comienzo a través de nuestra única ayuda: el Salvador que puede guiarnos de las mentiras destructivas a senderos de paz y plenitud (121:2). En este nuevo año, busquemos al Señor y sus caminos. Monica La Rose - Pan Diario

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