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Pero hay uno que entregó su vida hace 2.000 años para que tú y yo no solo podamos vivir en esta vida, sino también en la eternidad. Jesús no se levantó un día y decidió que pagaría el castigo de la muerte por el pecado de la humanidad. Era la misión de su vida. En un momento, cuando estaba hablando con los líderes religiosos judíos, reconoció repetidas veces: «yo pongo mi vida» (Juan 10:11, 15, 17, 18). Y cumplió lo que dijo al sufrir una muerte horrible en la cruz. Vino para que los fariseos, John Harper y nosotros pudiéramos tener «vida […] en abundancia» (v. 10). Estera - Pan Diario
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