Nuestra nueva naturaleza en Cristo

A nuestra pícea azul se le caían las piñas y las agujas. El experto en árboles la miró y dijo: «Las píceas son así». Había esperado una explicación mejor… o un remedio. Pero el hombre se encogió de hombros y volvió a decir: «Las píceas son así». Por naturaleza, los árboles dejan caer agujas. No se puede cambiar.
Felizmente, nuestra vida espiritual no está limitada por acciones o actitudes irreversibles. Pablo enfatizó esta verdad liberadora a los creyentes efesios, diciendo que los gentiles tenían «el entendimiento entenebrecido»: la mente cerrada a Dios. El corazón endurecido con «toda clase de impureza», buscando solo sus placeres y lascivia (Efesios 4:18-19).
Pero, como ellos habían oído sobre Jesús y su verdad, escribió: «En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre» (v. 22). Señaló que nuestra vieja naturaleza «está [viciada] conforme a los deseos engañosos». Y agregó: «vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad» (vv. 22-24).
Luego, enumeró nuevas maneras de vivir: «haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad» (v. 28). Nuestro nuevo yo en Cristo nos permite vivir una vida digna de nuestro llamamiento, entregada al camino de nuestro Salvador. Patrícia Raybon - Pan Diario

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