Basta de orfandad


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Guy Bryant, soltero y sin hijos propios, trabajaba en el departamento de bienestar infantil en Nueva York. Todos los días enfrentaba la gran necesidad de conseguir padres de acogida y decidió hacer algo al respecto. Por más de diez años, albergó a más de 50 niños, cuidando una vez a nueve al mismo tiempo. «Cada vez que me daba vuelta, había un niño que necesitaba un lugar donde quedarse —explicó—. Si tienes el lugar en tu casa y en tu corazón, simplemente lo haces. Ni siquiera lo piensas». Bryant les ha mostrado el amor de un padre a muchos.
Las Escrituras nos dicen que Dios busca a todos los olvidados y desechados. Aunque algunos creyentes lleguen a sentirse destituidos y vulnerables en esta vida, Él promete estar con ellos. Dios es «Padre de huérfanos» (Salmo 68:5). Si estamos solos, sea por negligencia o alguna tragedia, Dios sigue estando presente, tendiéndonos la mano, acercándonos a Él y dándonos esperanza. Sin duda, «hace habitar en familia a los desamparados» (v. 6). En Jesús, los demás creyentes constituyen nuestra familia espiritual.
Cualesquiera que sean nuestras historias familiares, aislamiento, abandono o disfunción relacional, podemos saber que alguien nos ama. Con Dios, ya no somos más huérfanos. Winn Collier - Daily Bread

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