Una vez, cuando era joven, conduje demasiado rápido tratando de seguir a mi amigo después de la escuela. Llovía mucho y era difícil seguirlo. De repente, ¡el limpiaparabrisas de mi auto quitó el agua y apareció el sedán de mi amigo detenido frente a mí! Apreté los frenos, el auto patinó y golpeó contra un árbol. Quedó destruido. Más tarde, desperté en una sala del hospital local. Aunque, por la gracia de Dios, sobreviví, mi desenfreno demostró ser muy costoso.
Moisés tomó una decisión imprudente que luego le costó mucho. En su caso, tuvo que ver con la falta de agua… no con el exceso (como en mi caso). Los israelitas estaban en el desierto y no tenían agua, y «la congregación [se juntó] contra Moisés y Aarón» (Números 20:2). Dios le dijo al exhausto líder que le hablara a una roca y que esta daría su agua (v. 8). Pero Moisés «golpeó la peña con su vara dos veces» (v. 11). El Señor dijo: «Por cuanto no creísteis en mí, […] no [entrarás] en la tierra que les he dado» (v. 12).
Cuando tomamos decisiones imprudentes, pagamos las consecuencias. «El alma sin ciencia no es buena, y aquel que se apresura con los pies, peca» (Proverbios 19:2). Busquemos cuidadosamente en oración la sabiduría y la guía de Dios en las decisiones que tomemos hoy. Tom Felten - Pan Diario

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