Dominio propio y fortaleza de Dios

En 1972, un estudio conocido como «prueba del malvavisco» se realizó para medir la capacidad de los niños de posponer la gratificación de sus deseos. Se les ofrecía un malvavisco, pero se les decía que si podían controlarse de comerlo durante diez minutos, recibirían otro. Alrededor de un tercio de los niños pudo abstenerse a fin de recibir un premio mayor (¡otro tercio se lo tragó en 30 segundos!).
Tal vez luchamos por mostrar dominio propio cuando se nos ofrece algo que deseamos, aun cuando sabemos que esperar sería mejor. No obstante, Pedro nos insta a agregar a nuestra fe muchas virtudes importantes, incluido el dominio propio (2 Pedro 1:5-6). Luego de poner la fe en Jesús, Pedro exhorta a sus lectores, y a nosotros, a seguir creciendo en virtud, conocimiento, paciencia, piedad, afecto fraternal y amor, «poniendo toda diligencia», como evidencia de nuestra fe (vv. 5-8).
Mientras que estas cualidades no nos ganan el favor de Dios ni nos aseguran un lugar en el cielo, demuestran —a nosotros mismos y a los demás— nuestra necesidad de controlarnos, a medida que Dios provee la sabiduría y la fuerza para hacerlo. Y por encima de todo, nos ha dado, por el poder del Espíritu Santo, «todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad», y que le agradan. Kirsten Holmberg - Pan Diario

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