La prueba

La primera vez que llevé a mis hijos a escalar una montaña de más de 4.200 metros, estaban nerviosos. ¿Lo lograrían? ¿Estaban preparados para el desafío? El menor se detenía para descansar por largos ratos, y repetía: «Papá, no puedo seguir más». Pero yo confiaba en que esa prueba les haría bien, y quería que confiaran en mí. Unos 1.600 metros antes de llegar a la cima, ese mismo hijo que insistía con que no daba más, tomó el segundo aliento y nos ganó en llegar. Estaba tan contento de haber confiado en mí, aun en medio de sus miedos.
Me maravilla la confianza de Isaac en su padre cuando subían su montaña. Más me quebranta la confianza de Abraham en Dios, mientras levantaba su cuchillo sobre su hijo (Génesis 22:10). Aun con el corazón confundido y desgarrado, Abraham obedeció. Misericordiosamente, un mensajero de Dios lo detuvo, diciendo: «No extiendas tu mano sobre el muchacho» (v. 12). Dios nunca tuvo la intención de que Isaac muriera.
Es crucial notar la primera frase: «probó Dios a Abraham» (v. 1). Mediante esa prueba, supo cuánto confiaba en Él, en su corazón amoroso y su provisión abundante. En nuestras pruebas, aprendemos verdades sobre nosotros y Dios. Quizá incluso descubramos que nos llevan a confiar más profundamente en Él. Winn Collier - Pan Diario

Hablar, confiar, sentir


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«No hables, no confíes, no sientas era la regla con la que vivíamos» —dice Frederick Buechner en su impactante biografía Diciendo secretos—, «y pobre de aquel que la quebrantaba». Así describe su experiencia de lo que llama «las leyes tácitas de familias que, por alguna razón u otra, quedaron completamente desequilibradas». En su caso, esa «ley» significaba que no podía hablar del suicidio de su padre ni lamentarse, lo que lo dejaba sin nadie a quien confiarle su sufrimiento.
¿Te identificas con esto? De un modo u otro, muchos hemos aprendido a vivir con una versión distorsionada del amor, que exige fingir o guardar silencio sobre lo que nos ha lastimado. Esa clase de «amor» se basa en el temor a perder el control… una especie de esclavitud.
Pero la invitación de Jesús a amar difiere de la clase de amor condicional que solemos experimentar y que siempre tenemos miedo de perder. Como explica Pablo: mediante el amor de Cristo, podemos finalmente entender qué significa vivir sin temor (Romanos 8:15) y empezar a comprender la clase de libertad gloriosa (v. 21) que es posible tener cuando sabemos que somos profunda, verdadera e incondicionalmente amados. Somos libres para hablar, confiar y sentir de nuevo; aprender qué significa vivir sin temor. Monica La Rose - Pan Diario

Creyentes sabios

La pandemia del coronavirus cerró escuelas en todo el mundo. En China, los maestros comenzaron a usar DingTalk, una aplicación digital que permitía tener clases en línea. Entonces, sus alumnos supusieron que si la calificación de DingTalk bajaba mucho, dejaría de estar disponible para descargarla. De la noche a la mañana, miles de calificaciones de una estrella redujeron su puntaje.
A Jesús no le agradaría que los estudiantes evadieran sus responsabilidades, pero sí admiraría su ingenio. Cuando narró la rara historia de un mayordomo que, el día que lo despidieron, recortó las deudas de los que le debían a su amo, Jesús no elogió su deshonestidad, sino que destacó su sagacidad, deseando que sus seguidores fueran así de ingeniosos: «Y yo os digo: Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas» (Lucas 16:9). En lo referente al dinero, muchos piensan en cuánto podrían perder. Los sabios consideran lo que pueden usar. Jesús dijo que dar a otros hace ganar amigos, lo que brinda seguridad e influencia. ¿Quién es el líder de cualquier grupo? El que paga. Pero aunque no tengamos dinero, sí tenemos tiempo, talentos o un oído atento. Pidámosle a Dios que nos muestre cómo servir creativamente a otros en su nombre. Mike Wittmer - Pan Diario

Vivir para servir

Cuando Chelsea, de diez años, recibió un elaborado set de arte, descubrió que Dios usaba el arte para ayudarla a sentirse mejor si estaba triste. Al enterarse de que algunos chicos no disponían de esos elementos, quiso ayudarlos. Entonces, cuando invitó a sus amigos a su fiesta de cumpleaños, les pidió que no le llevaran regalos, sino que donaran artículos de arte y ayudaran a llenar cajas para los niños necesitados.
Al tiempo, con ayuda de su familia, comenzó una fundación de ayuda, con su nombre: Chelsea’s Charity. Les pidió a más personas que colaboraran para ayudar a más niños. Incluso, ha enseñado consejos de arte a grupos que recibieron las cajas. Tras una entrevista radial, gente de todo el país empezó a donar artículos. Esta pequeña está demostrando cómo puede utilizarnos Dios cuando estamos dispuestos a servir a otros.
Su compasión y disposición para compartir refleja el corazón de un administrador fiel. Pedro insta a todos los creyentes a ser así, teniendo «ferviente amor» al compartir los recursos y los dones que Dios les ha dado (1 Pedro 4:8-11).
Nuestros pequeños actos de amor pueden incentivar a otros a dar y servir junto con nosotros. Mientras dependemos de Dios, podemos servirlo y darle la gloria que Él merece. Xochitl Dixon - Pan Diario

Estudiar las Escrituras

En su obra El conocimiento del Dios Santo, J. I Packer hablaba de cuatro creyentes famosos a quienes llamaba «castores de la Biblia». No todos eran eruditos entrenados, pero sí se esforzaban por conocer a Dios, desmenuzando la Escritura, así como un castor roe un árbol. Señaló que conocer a Dios mediante el estudio bíblico no es solo para eruditos: «Un simple lector de la Biblia y oyente de sermones, lleno del Espíritu Santo, desarrollará una relación más profunda con su Dios y Salvador que un erudito más instruido que está contento con ser teológicamente correcto».
Lamentablemente, no todos los que estudian la Biblia lo hacen con humildad y para conocer mejor al Señor y ser como Él. En la época de Jesús, había quienes leían las Escrituras del Antiguo Testamento, pero pasaban por alto a Aquel de quien ellas hablaban: «Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida» (Juan 5:39-40).
¿Quedas a veces perplejo al leer la Biblia? ¿O has dejado por completo de estudiarla? Los «castores» de la Biblia son más que lectores; en oración, la desmenuzan para que abra sus ojos y corazón a fin de ver y amar a quien ellas revelan: Jesús. Arthur Jackson - Pan Diario