Lugares extraños

Dios, ¿qué está pasando? ¿Este es tu plan para nosotros?
Como esposo y padre de hijos pequeños, estas y otras preguntas giraban en mi mente cuando me diagnosticaron cáncer. Es más, mi familia acababa de servir con un equipo misionero que había visto a muchos niños recibir a Jesús como Salvador. Dios había producido un fruto evidente. Estábamos tan felices. ¿Y ahora esto?
Es probable que Ester haya cuestionado a Dios después de arrebatada de su casa y lanzada a un mundo extraño (Ester 2:8). Su primo Mardoqueo la había criado después de quedar huérfana (v. 7). Pero, tras ser incluida en el harén del rey y finalmente elevada a reina (v. 17), él estaba preocupado por «cómo la trataban» (v. 11). Llegado el momento, ambos se percataron de que Dios la había llamado para estar en un lugar de gran poder «para [esa] hora» (4:14), lo que le permitió salvar a su pueblo de la destrucción (caps. 7–8). Sin duda, Dios colocó providencialmente a Ester en un lugar extraño como parte de su plan perfecto. Lo mismo hizo conmigo. Mientras atravesé una larga batalla contra el cáncer, pude compartir mi fe con muchos pacientes y cuidadores. ¿A qué lugar extraño te ha llevado Dios? Confía en el Señor, porque Él es bueno, así como sus planes (Romanos 11:33-36). Tom Felten - Pan Diario

Pronto para oír

Sentí palpitaciones cuando iba a abrir mi boca para refutar las acusaciones de una querida amiga. Lo que yo había publicado en línea no tenía nada que ver con ella, como ella había supuesto. Pero antes de contestar, susurré una oración. Entonces, me calmé y escuché el dolor que reflejaban sus palabras. Era claro que había algo profundo y que estaba muy dolida. Mi necesidad de defenderme desapareció al decidir ayudarla a enfrentar su dolor.
En esa conversación, aprendí lo que quiso decir Santiago en la lectura bíblica de hoy, cuando insta a ser «pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse» (1:19). Escuchar puede ayudarnos a oír lo que está detrás de las palabras y evitar el enojo que «no obra la justicia de Dios» (v. 20). Nos permite oír el corazón. Detenerme y orar me ayudó mucho, al ser más sensible a sus palabras que a mi ofensa. Quizá si no me hubiese detenido a orar, habría disparado mis pensamientos y dicho lo ofendida que estaba.
Y aunque no siempre he seguido bien las instrucciones de Santiago, ese día creo que lo hice. Detenerme para susurrar una oración antes de permitir que el enojo y la ofensa se apoderaran de mí fue la clave para oír con prontitud y tardar en hablar. Que Dios me dé la sabiduría para hacer esto más a menudo (Proverbios 19:11). Katara Patton - Pan Diario

De fragmentos a belleza

Mi esposa, Miska, tiene un collar y unos aretes de Etiopía. Su sencilla elegancia revela una genuina labor artística. Sin embargo, lo más asombroso de esos adornos es su historia. Tras décadas de un conflicto feroz y una guerra civil, la geografía de ese país está inundada de fragmentos de cascarones y cartuchos de artillería. Como un acto de esperanza, los etíopes rastrean la tierra incendiada para limpiarla y los artesanos tallan joyas con esos restos.
Cuando oí esa historia, resonó en mi mente la enfática declaración de Miqueas de la promesa de Dios. Un día, el profeta anunció que las naciones «martillarán sus espadas para azadones, y sus lanzas para hoces» (4:3). Con el poder de Dios, las herramientas diseñadas para matar serían transformadas en productoras de vida. En ese día venidero, «no alzará espada nación contra nación, ni se ensayarán más para la guerra» (v. 3).
La declaración de Miqueas era tan difícil de imaginar en aquella época como en la nuestra. Como la antigua Israel, enfrentamos violencia y guerras, y parece imposible que el mundo pueda cambiar. Pero Dios promete que ese día vendrá. Lo importante es que comencemos ya a vivir esa realidad, y que con su ayuda, hagamos su obra para convertir los fragmentos en cosas hermosas. Winn Collier - Pan Diario

El foco correcto

Conocíamos a Kha desde hacía más de un año. Formaba parte de nuestro grupo pequeño de la iglesia que se reunía semanalmente para compartir lo que habíamos aprendido sobre Dios. Una noche, mencionó haber competido en las Olimpíadas. Fue tan al pasar que casi no lo noté. Casi. Oh sorpresa… ¡me enteré de que conocía a un atleta que había competido por la medalla de bronce! No podía entender que no lo hubiera mencionado antes, pero para Kha, si bien esa era una parte especial de su historia, cosas más importantes eran vitales para su identidad: su familia, su comunidad y su fe.
Lucas 10:1-34 describe qué debe ser vital para nuestra identidad. Cuando las 70 personas que Jesús envió a contarles a otros sobre el reino de Dios volvieron, le informaron: «aun los demonios se nos sujetan en tu nombre» (v. 17). Aunque Jesús reconocía haberlos equipado con un tremendo poder, dijo que estaban enfocados en algo equivocado. Insistió en que la causa de su alegría debía ser que sus «nombres [estuvieran] escritos en los cielos» (v. 20).
Cualquiera que sea el logro o la capacidad que Dios nos haya dado, nuestro mayor motivo de regocijo es que nos hemos puesto al cuidado de Jesús, que nuestros nombres están escritos en los cielos y que disfrutamos de su presencia en nuestra vida. Kirsten Holmberg - Pan Diario

Gota a gota

«En todo / buscamos maneras agradables de servir a Dios», escribe la creyente del siglo xvi Teresa de Ávila. Reflexiona de manera dolorosa en cómo buscamos mantener el control a través de métodos más fáciles y «agradables» en lugar de consagrarnos por completo a Dios. Tendemos a desarrollar lenta, tentativa y reticentemente nuestra plena confianza en Él. Y por eso, Teresa confiesa: «A medida que entregamos nuestras vidas a ti / poco a poco, / debemos estar contentos / de recibir tus dones gota a gota, / hasta que hayamos consagrado nuestras vidas completamente a ti».  
Como seres humanos, a muchos no nos surge naturalmente la confianza. Por eso, si experimentar la gracia y el amor de Dios dependiera de nuestra habilidad para confiar y recibirla, ¡estaríamos en problemas!
Pero, como leemos en 1 Juan 4, el amor de Dios por nosotros viene primero (v. 19). Él nos amó mucho antes de que nosotros pudiéramos amarlo; ¡tanto!, que estuvo dispuesto a sacrificar a su Hijo por nosotros. «En esto consiste el amor», escribe un Juan maravillado y agradecido (v. 10). De forma gradual, lenta y poco a poco, Dios sana nuestro corazón para recibir su amor. Gota a gota, su gracia nos alcanza, hasta que nos descubrimos experimentando lluvias de su abundante belleza y amor. Monica La Rose - Pan Diario