Gente que necesita gente

En su carrera al salón de la fama como periodista deportivo, Dave Kindred cubrió cientos de eventos deportivos importantes y escribió una biografía de Muhammad Ali. Jubilado y aburrido, empezó a asistir a partidos de básquet femenino en una escuela local. Luego, comenzó a escribir historias sobre cada juego y a publicarlas en línea. Cuando su madre y su nieto murieron y su esposa sufrió un síncope, se dio cuenta de que el equipo del que estaba escribiendo le había dado una sensación de comunidad y propósito. Ambos se necesitaban mutuamente. Kindred dijo: «Este equipo me salvó. Mi vida se había vuelto oscura [… y] ellas eran la luz».
¿Cómo un legendario periodista llegó a depender de un grupo de adolescentes? Del mismo modo que un legendario apóstol se apoyaba en la comunión de aquellos que conocía en sus viajes misioneros. ¿Notaste a cuántos saludaba al cerrar sus cartas? (Romanos 16:3-15). Escribió: «Saludad a Andrónico y a Junias, mis parientes y mis compañeros de prisiones» (v. 7); «Saludad a Amplias, amado mío en el Señor» (v. 8). Menciona a más de 25 personas, la mayoría de las cuales no se vuelve a mencionar en las Escrituras. Pero Pablo las necesitaba. En tu caso, el mejor lugar es la iglesia local. Alumbra a quien lo necesite. Algún día, podrían devolver el favor. Mike Wittmer - Pan Diario

Agua viva

El ramo de flores venía de Ecuador. Cuando llegaron a mi casa, estaban caídas y tristes. Las instrucciones indicaban reavivarlas con agua fresca. Pero antes, había que recortar los cabos para que pudieran absorber el agua más fácilmente. ¿Sobrevivirían?
A la mañana siguiente, tuve la respuesta. El buqué lucía esplendoroso, con flores que nunca había visto. El agua fresca hizo toda la diferencia; un recordatorio de lo que Jesús dijo sobre el agua y su significado para los creyentes.
Cuando Jesús le pidió agua a la mujer samaritana —refiriéndose a que bebería de lo que ella sacara del pozo—, la vida de ella cambió. La mujer se sorprendió ante el pedido, ya que los judíos despreciaban a los samaritanos, pero Jesús dijo: «Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva» (Juan 4:10). Más tarde, en el templo, exclamó: «Si alguno tiene sed, venga a mí y beba» (7:37). Entre los creyentes en Cristo, «de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él» (vv. 38-39). El Espíritu renovador de Dios nos revive cuando la vida nos agota. Él es el agua viva que mora en nuestra alma con una santa frescura. Bebamos hoy intensamente. Patricia Raybon - Pan Diario

Decisiones imprudentes

Una vez, cuando era joven, conduje demasiado rápido tratando de seguir a mi amigo después de la escuela. Llovía mucho y era difícil seguirlo. De repente, ¡el limpiaparabrisas de mi auto quitó el agua y apareció el sedán de mi amigo detenido frente a mí! Apreté los frenos, el auto patinó y golpeó contra un árbol. Quedó destruido. Más tarde, desperté en una sala del hospital local. Aunque, por la gracia de Dios, sobreviví, mi desenfreno demostró ser muy costoso.
Moisés tomó una decisión imprudente que luego le costó mucho. En su caso, tuvo que ver con la falta de agua… no con el exceso (como en mi caso). Los israelitas estaban en el desierto y no tenían agua, y «la congregación [se juntó] contra Moisés y Aarón» (Números 20:2). Dios le dijo al exhausto líder que le hablara a una roca y que esta daría su agua (v. 8). Pero Moisés «golpeó la peña con su vara dos veces» (v. 11). El Señor dijo: «Por cuanto no creísteis en mí, […] no [entrarás] en la tierra que les he dado» (v. 12).
Cuando tomamos decisiones imprudentes, pagamos las consecuencias. «El alma sin ciencia no es buena, y aquel que se apresura con los pies, peca» (Proverbios 19:2). Busquemos cuidadosamente en oración la sabiduría y la guía de Dios en las decisiones que tomemos hoy. Tom Felten - Pan Diario

Fe imaginativa

«¡Mira, abuelo! ¡Esos árboles están saludando a Dios!». Mientras observábamos las ramas dobladas por el viento, el entusiasmado comentario de mi nieto me hizo sonreír. Y también hizo que me preguntara: ¿Tengo esa clase de fe imaginativa?
Reflexionando en la historia de Moisés y la zarza ardiente, la poetisa Elizabeth B. Browning escribió: «La tierra atiborrada de cielo / y toda simple zarza encendida de Dios; / pero solo el que ve se quita los zapatos». La obra de las manos de Dios se manifiesta en todas partes; y un día, cuando le tierra sea hecha nueva, la veremos como nunca antes.
Dios habla de ese día, cuando proclama a través del profeta Isaías: «Porque con alegría saldréis, y con paz seréis vueltos; los montes y los collados levantarán canción delante de vosotros, y todos los árboles del campo darán palmadas de aplauso» (Isaías 55:12). ¿Montes cantando? ¿Árboles aplaudiendo? ¿Por qué no? Pablo señaló que «la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios» (Romanos 8:21).
Jesús habló sobre piedras que clamarían (Lucas 19:40), evocando la profecía de Isaías sobre lo que les aguarda a los salvos por Él. Cuando miremos con una fe que imagina solo lo que Dios puede imaginar, ¡veremos para siempre sus maravillas! James Banks - Pan Diario

Aprender y amar


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En una escuela primaria de Greenock, Escocia, tres maestras con licencia por maternidad llevaban a sus bebés a la escuela cada 15 días para interactuar con los alumnos. Jugar con bebés les enseña a los niños a tener empatía por otras personas. A menudo, los más receptivos son los alumnos «un poco complicados», como dijo una maestra. Al interactuar uno a uno, aprenden cuánto trabajo requiere cuidar a un niño y cómo son los sentimientos de los demás.
Aprender de los niños sobre cómo cuidar a los demás no es un concepto nuevo para los creyentes en Jesús. Conocemos a Aquel que vino como un bebé. Su nacimiento cambió todo lo que sabemos sobre ocuparnos de las relaciones interpersonales. Cuando unos niños fueron llevados a Jesús, Él reprendió a los discípulos que pensaban que los pequeños no eran valiosos, diciendo: «Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios» (Marcos 10:14). Jesús, «tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía» (v. 16). Nosotros mismos, como sus hijos ocasionalmente «complicados», podríamos ser considerados indignos también, pero Jesús, quien vino como un niño, nos acepta con amor y nos enseña sobre el poder bienhechor de amar a los bebés y a todas las personas. Patricia Raybon - Pan Diario